No hace falta mirar dos veces para deducir por qué a Hah’Shon Hyland lo llaman ‘Bones’. Cuya traducción al castellano podría ser algo así como ‘Huesitos’. No hay nada fingido ni engañoso en su extrema liviandad —77kg para 1,88m de altura según NBA.com—, y su juego es obvio fruto de esa indisimulada desventaja física. Al verse rebotado cada vez que rondaba la zona o incluso el perímetro, Hyland tuvo que desarrollar un rango ilimitado de tiro por mera supervivencia.
Aun siendo uno de los mejores bases suplentes de la competición en su último tramo, Bones llegaba a la actual temporada con deberes por hacer. Siendo el más evidente sumar incursiones en la pintura y sus inmediaciones de forma consistente. Por muy talentoso que sea, su inferioridad atlética afectaba muy visiblemente su creación de ventajas, viéndose obligado a paliar con genialidades su incapacidad para colapsar la zona y atraer cuerpos. Y es precisamente aquí donde está la gran diferencia con su temporada como novato.