Su rivalidad estaba escrita antes de empezar.
Los foros ya nos adelantaron lo que luego se confirmaría a ras del parquet. Un cara a cara inconcebible de poesía experimental; de heterodoxia corporal; de biomecánica aplicada al arabesco arte del desequilibrio que irrumpió en la NBA con la decidida intención de redefinirla en sus cimientos.
Un duelo, el de Chet Holmgren y Víctor Wembanyama, que aspira a convertirse en un clásico de época en lo individual y colectivo.
El pasado sábado, en una semifinal que elevó por mil la percepción de valor de la Copa, pasó lo que nadie pensó que fuera a pasar: ganaron los Spurs; o mejor dicho: perdieron los Thunder.
Todo fue épico desde su concepción. Wembanyama eligió arriesgar y volvió a las pistas antes de lo esperado. El partido lo merecía, por el posible premio (jugar una Final) y por el oponente:
- en plural (OKC, vigentes campeones de la NBA)
- y en singular (Chet Holmgren )
El de Minneapolis siempre le ha llevado la delantera al de Le Chesnay en un aspecto vital. Literalmente. Nacido en mayo de 2002, Holmgren es veinte meses mayor que Wemby, lo que le ha permitido ir quemando antes etapas concretas de su profesión, incluyendo la de hacerle un crossover a una superestrella del baloncesto cuando aún eres menor de edad.
Y no sólo en términos de llegar antes, sino también en cuanto a llegar más lejos. Porque hasta ahora, la historia se escribe así en lenguaje de campeonatos: Chet 2, Wemby 0.
El primer cara a cara: Mundial sub-19
La primera muesca del estadounidense tuvo lugar en julio de 2021. Fue la primera vez que se vieron frente a frente en un partido oficial. Mundial de baloncesto sub-19. Y sí, tuvo que ser en la Final.
Los imberbes del Team USA eran, cómo no, los grandes favoritos y arrasaron en la primera mitad del torneo, ganando cada duelo de la fase de grupos por una media de 40 puntos. Holmgren sumó 19 tapones en seis partidos, mientras que Wembanyama llegó a la friolera de 32 en vísperas del asalto definitivo.
Estados Unidos y Francia en la Final se batirían por el oro en lo que sería el primer cara a cara entre dos monstruosas anomalías en ciernes.
Pero por entonces… ni prensa ni afición eran conscientes del alud competitivo que se avecinaba. Como muestra de ello, un pabellón de ambiente gris y un graderío repleto de trasquilones. No fue así con los scoutings: más de un centenar de ejecutivos y ojeadores NBA se repartieron por los asientos del Arena Riga para asistir al primer choque de trenes dos adolescentes de coordinación imposible. Un iceberg del que, aun hoy, solo seguimos viendo la punta.
En 2021, Holmgren ya estaba catalogado como la promesa número uno del instituto y se había comprometido con Gonzaga, vigente subcampeona de la NCAA. Sin embargo, el hype alrededor de aquel Wembanyama de 17 años apenas estaba empezando a asomar.
Nada sería igual tras aquella Final y poco importó el ganador: Wemby se arrancó el precinto de la fama de cuajo.
Un patrón reconocible y extrapolable
Fue el estadounidense quien marcó territorio de salida, sumando cinco de los diez primeros puntos de su selección y dominando en el arranque. Tras el ecuador, Wembanyama se apropió del foco. Step-back desde el perímetro, manejo de balón insólito, puntos en transición y una presencia defensiva omnipresente. Holmgren, mientras tanto, quedaba difuminado y a su merced durante el tercer cuarto.
El guion volvió a cambiar en el último acto. Con Francia mandando 68-64, el pívot de USA se reactivó: cinco puntos consecutivos, liderazgo silencioso y un parcial de 11-0 que devolvió el control a los Estados Unidos. Y el ímpetu sin correa –propio de la lozanía– hizo que Wemby tuviese que abandonar la Final antes de tiempo: expulsado por faltas a tres minutos del bocinazo (la última se la sacó Jaden Ivey).
El desenlace fue agónico, pero EE.UU. supo cerrar el partido en su estertor (83-81) y colgarse el oro.
1-0 para Chet. Pero no le bastó con eso, y sumó aún más peso para la vitrina.
Holmgren fue elegido MVP del torneo, cerrando la Final con 10 puntos, 5 asistencias y 2 rebotes. Wembanyama, visiblemente dolorido, fue el mejor aquel día (22 puntos, 8 rebotes y 8 tapones) pero se quedó corto ante la maquinaria yankee.
Por supuesto, ambos fueron incluidos en el Mejor Quinteto del Mundial, junto a Jaden Ivey, Zach Edey y Nikola Jovic. Fotos, miradas cruzadas, unas pocas palabras al oído… y el nacimiento de una rivalidad que tendría que esperar más de dos años para su siguiente capítulo en la NBA.
Entretanto, como decía al principio, desde el foro se iban colocando los primeros leños. Y mientras uno escribía sobre lo mejor que estaba por venir en el Draft de 2022…
… otros, más abajo, ya dirigían su atención algo más lejos: al Draft 2023.

Sus carriles se alinean: 2023
Y llegó. Y llegaron a la vez. Porque una lesión en los ligamentos del pie derecho le hizo perderse por completo la que debía ser su temporada de debut al pívot de OKC, lo que derivaría en el premio al no-va-más de la espera: Wemby y Holmgren debutarían en la NBA al unísono.
Y ahí arrancó el segundo capítulo de esta historia.
El número 2 del Draft 2022 y el número 1 del Draft 2023, descorcharían el champán un 10 de octubre de pretemporada que pasaría a la historia bajo el titular: «Expectativas sobradamente cumplidas».
No solo estuvieron a la altura de lo esperado sino que, con tiempo reducido, se comportaron como auténticas estrellas veteranas en su primer duelo no-oficial con las camisetas que hoy defienden. Primer San Antonio Spurs – Oklahoma City Thunder con la pareja de unicornios cabalgando la madera.
- Wemby: 20 puntos, 5 rebotes, 2 robos y 1 tapón en 19 minutos
- Holmgren: 21 puntos, 9 rebotes, 1 asistencia y 1 tapón en 16 minutos.
En su siguiente round –ya en partido oficial– cumplieron sin tanto brillo, algo anecdótico cuando el juicio real engloba el total de la temporada. Y ahí pasó lo que tenía que pasar. Se repartieron el primer y el segundo puesto en la carrera por ser el Novato del Año. Esta vez, ganó el francés.

Y como uno solo controla lo que puede controlar, el kairós ha seguido favoreciendo en lo colectivo a un Chet que a sus 23 años suma ya su primer título de campeón de la NBA.
Por su parte, con la suerte en contra en su año sophomore, Wemby debió conformarse con los hitos de su primer año (All-Defense nada más llegar), su primer All-Star y quedarse a medio camino de un DPOY al que era el máximo favorito. Un riesgo –el de los premios de cierre de temporada– que parece le acompañará durante toda su carrera por la severa cláusula de los 65 partidos.
Explosión y consolidación
La temporada 2025/26 avanza sorteando fases y desbloqueando niveles con Chet y Wemby dando un paso firme tras otro en su misión de elevar el concepto de unicornio a un nuevo estadio mitológico.
Mientras, en su singular guerra de guerrillas, ellos dos siguen sumando lances, muescas y envites personales y anímicos de desenlace dispar, en un duelo con aroma a clásico donde ya es imposible de ocultar el beef. Al menos un beef unidireccional.
No asociábamos hasta ahora el trash-talk a Wembanyama como algo que destacase en su personalidad. Pero con Holmgren todo cambia: dentro y (si malpensamos) fuera de pista.
Chet Holmgren misses the first free throw of 2 and Victor Wembanyama yells “Let’s GO!!!”
— Andrew Jerell Jones, Luke 1:37 (BlueSky too now) (@sluggahjells) December 14, 2025
Wemby really does not like Chet at all 😂😂
🎥 @TWDTV1 #NBA pic.twitter.com/EyjGmogRF4
Wemby reaction to Chet missing the free throw he hates that nigga 🤣 pic.twitter.com/QQgkvCSkTR
— Shabazz 💫 (@ShowCaseShabazz) December 14, 2025
Wemby called out Chet after the game 👀
— BrickCenter (@BrickCenter_) December 14, 2025
"Some people are built for this moment and some aren't.” pic.twitter.com/NrfQEoZez9
El StatHead entre Wembanyama y Holmgren se resume por ahora en un 3 a 2 a favor del segundo, claramente beneficiado por jugar en un mejor equipo, pero donde el primero –como ya sucediera hace cuatro años en la Final del sub-19– acumula siempre mejores registros personales.
En todo caso –y esto es oro para el espectáculo y el espectador– ninguno se hace pequeño frente al otro, ni rehuye el enfrentamiento ni evita exponerse al dolor que supone comerse un tapón antológico.
Uno (Wemby) tira del carro de los suyos mientras el otro (Chet) viaja en volandas como parte vital de un rompehielos que el sábado, no obstante, zozobró cuando ya enfilaba el espigón.
Que Wemby eligiese arriesgar precipitando su vuelta –vamos intuyendo– fue fruto de una atmósfera mayor que la de jugar una Final de Copa. Era, también, ganarle a Chet y robarle la posibilidad de sumar un título más que abría puesto el tanteo personal en un cuesta arriba 0 a 3. Pero el marcador personal no se movió, pues tras ‘lo imposible’, los San Antonio Spurs fallaron al culminar la machada y perdieron ante los New York Knicks.
El tanteo sigue 0 a 2 para Chet mientras los Thunder amenazan con su dinastía y los Spurs queman etapas en tiempo récord con el reto a corto plazo de añadir unos cuantos palos a esa rueda.
Y mientras a uno lo único que ya le separa de la lucha por el MVP es la salud y aparente incapacidad de llegar a esos ‘horizónticos 65’, el otro aguanta de manera simbólica en el top-10 fruto ya, no solo de su terrorífica presencia defensiva, sino de un crecimiento en la parcela que más le reclamábamos para convertirse en el segundo de SGA: la ofensiva.
Holmgren ya es un two-way
No será nunca un todocanchista del potencial de Wemby, pero Chet se ha puesto las pilas y ha dejado de ser un magnifico defensor y un buen finalizador, para convertirse en un activo de gran impacto de alcance bidireccional.
Holmgren ya no solo acaba, ahora genera; no solo aprovecha el mismatch, ahora lo busca; no solo es determinante cuando recibe en posición ventajosa; la ventaja nace de él, su arrojo y audacia para inventar: para creérselo como nunca antes desde que está en la NBA.
Lo que tras el título ante Indiana tuvo que ser júbilo y celebración, Chet lo convirtió en diagnosis y reflexión. Porque el pívot de los Thunder –y si has llegado hasta aquí, te aseguro que el vídeo de a continuación es la verdadera joya del artículo– es todo un estudioso del juego.
E igual de clave: de sí mismo dentro de su ecosistema.
Y ese estudio empieza a ofrecer resultados tangibles.
Porque si algo evidencia el crecimiento de Holmgren como una realidad sólida y verificable, es que la temporada 2025-26 ha dejado de tratarle como un actor secundario en la estampida semanal de Oklahoma City.
El vigente campeón no solo no acusa la resaca del anillo, sino que ha redoblado la apuesta: defensa asfixiante —la mejor del circuito en rating defensivo—, ataque de élite y una jerarquía perfectamente definida en torno a Shai Gilgeous-Alexander. Pero, esta vez, con un Chet distinto a su lado.
No más un satélite eficiente. No más un alienígena contenido. Holmgren ha empezado a reclamar balón (más touches en zona franca), volumen (12,2 tiros por partido) y responsabilidad ofensiva (23,8% de usage).
Su media anotadora ha dado un salto apreciable sin que se resienta la eficiencia: triples por encima del 36 %, más de 18 puntos por noche y una sensación constante de amenaza desde cualquier punto del campo, en especial desde el poste bajo, donde casi ha triplicado su daño y doblado su presencia. No es casualidad, ni racha. Es decisión. Es confianza.
Chet Holmgren mid-range buckets so far: pic.twitter.com/tby4Vh6DNB
— Derek Parker (@DParkOK) November 18, 2025
El cambio no está tanto en el qué como en el cómo.
Chet tira ahora sin dudar en situaciones de catch-and-shoot, ataca closeouts con convicción y se permite castigar desde el bote, ya sea posteando, atacando en estático o llegando hasta el aro. Ha pasado de esperar la ventaja a provocarla. De ejecutar a imponer desde la generación.
Y cuando pisa la pintura, lo hace con una fiabilidad que hasta ahora le tenía cerradas sus puertas: porcentajes altísimos cerca del aro y una sorprendente comodidad en ese corto-medio rango de fadeaways y ganchos que durante sus primeros años languidecían como recursos accesorios. Hoy son canastas sencillas. Parte de la rutina en la apisonadora colectiva de OKC.
Todo ello sin renunciar a lo que le ha traído hasta aquí. Porque si Holmgren ha crecido en ataque, lo ha hecho sin hipotecar ni un gramo de su impacto defensivo. Su influencia en su campo de expertise sigue siendo estructural: rivales lanzando muy por debajo de su media, disuasión constante en la zona y, cuando ejerce de cinco puro, una gestión de los tiempos formidable junto al metacrilato.
Inevitable que, con Wembanyama condicionado por la salud, su nombre empiece a sonar en la conversación por el DPOY como algo más que un chirimiri de tarde de verano.
Lo mejor está por llegar
Estamos es el punto exacto en el que la rivalidad se adentra en una nueva fase.
Porque mientras Wembanyama sigue siendo el proyecto más descomunal que ha visto la liga en décadas —¿desde LeBron James?—, Holmgren se adelanta una vez más al abrazar el encaje perfecto entre impacto individual y éxito colectivo. No necesita ser omnipresente; le basta con ser decisivo a la par que crece en impacto, personalidad y constancia.
Así, el duelo deja de ser únicamente una cuestión de talento bruto o de proyección futura. Pasa a ser una discusión más incómoda e injusta en términos de meritocracia: la del timing. La de quién llega antes a ser lo que promete beneficiándose de los imponderables. La de quién convierte antes el talento en dominio.
Watch Wemby tell Fox to switch onto Chet after he blocks him pic.twitter.com/OOQKLpDi38
— Ty Jäger (@TheTyJager) December 14, 2025
De momento, el marcador simbólico y provisional sigue inclinándose del lado de Chet. Pero si algo ha demostrado esta rivalidad desde Riga hasta hoy es que cada capítulo reescribe el anterior. Y que, lejos de resolverse, el pulso entre Holmgren y Wembanyama no ha hecho más que empezar.
Y a la larga, no lo olvidemos, el verdadero éxito nunca va de llegar primero, sino de quién resiste más tiempo en la cima cuando el otro alcanza el mismo lugar.








