Al acabar el encuentro se le veía frustrado. Sus palabras no hacían otra cosa que señalar el mal cuerpo con el que se encontraba tras haber sufrido una aciaga noche en lo individual, la cual terminó de refrendarse con la victoria de los Rockets que pone el 2-1 en la eliminatoria. Curry, lejos de huir responsabilidades, asumió su parte de culpa con un sincero «no fue mi noche».
El base de los Warriors, acostumbrado a ofrecer siempre un acierto en el tiro que roza la matrícula de honor, vio anoche cómo todo lo que intentaba se iba fuera; que cada vez que se la jugaba, el aro se interponía entre él y la felicidad; y que si encima lograba esquivar la barrera rival y adentrarse a solas ante el dichoso aro de Houston, era capaz de errar una sencilla bandeja cuyo fallo parece más propio de una mala pesadilla que de la realidad que rodea a un jugador profesional. Y eso sucedió cuando faltaban 19 segundos para acabarse el partido y los Warriors iban abajo por cinco.
«[Lo que ha pasado] ya ha sido lo bastante explícito. [No hice la bandeja] porque me sentía con confianza [para intentar el fallido mate]. Probablemente arrastraba algo de frustración por cómo me había ido la noche y no estaba en mi mejor momento», señaló el mismo Curry.
Un desacierto pocas veces visto
7 de 23 en tiros de campo fue la hoja de datos de Curry al acabar el encuentro. Y todo ello no nos olvidemos que arrastrando los dolores del dedo dislocado que se lesionó en el game 2 de la serie y que le han hecho forzar para estar en el tercer choque.
«Tengo que lograr encestarlos. Si estoy ahí fuera, tengo que producir para el equipo. Y no ha sucedido esta noche», añadió.
Steve Kerr quiso defender a su jugador al precisar que se había tratado de «una noche muy dura. No importa lo bueno que seas, siempre vas a tener noches así. Y hoy lo ha sido para él. Simplemente no han entrado sus tiros».
(Fotografía de portada de Thearon W. Henderson/Getty Images).