Mike D’Antoni: «Mientras más bases tengas en pista, mejor»

Los Houston Rockets se acaban de hacer, de un plumazo, con uno de los mejores backcourts de la Liga —si no el mejor; interesante debate el que se abre— al juntar a dos jugadores de auténtico relumbrón: Chris Paul y James Harden. Y, sin embargo, a muchos no les ha terminado de encajar el movimiento. Sobre la pizarra al menos.

Un encaje difícil

Tras el asombro inicial, la frase más repetida y el pensamiento más rumiado ha sido algo así como: «Chris Paul no pega nada en los Rockets». Y no es difícil entender el porqué. Harden, escolta durante toda su vida NBA, mutó en base esta misma temporada, movimiento magistral de Mike D’Antoni.

Si bien cuando era jugador de los Thunder acostumbraba a comandar la ofensiva desde la segunda unidad, nunca estuvo considerado un point guard, un playmaker, un generador de juego. Su misión era la romper las defensas mediante su innata capacidad para adentrarse hasta la cocina y encontrar el aro (y el and one). No hay más que ver su bagaje de asistencias en las tres temporadas que fue jugador de OKC. En progresión: 1,8, 2,1 y 3,7.

Harden, «el base» del momento

En Houston su evolución ha sido paulatina. Sin ‘Westbrooks ni Durants’, cogió sin ascos el cetro como único mariscal de la cancha, y sus funciones se empezaron a multiplicar. Ya no solo destacaba como anotador, sino que empezaba a dejar destellos de gran organizador de juego, faceta que ya mostrara en la universidad. 5,8, 6,1, 6,8 asistencias… hasta llegar al punto de inflexión que ha significado este curso.

De shooting guard a point guard con plenas funciones de director y creador (desplazando a Beverley en su papel). El resultado no ha podido ser más evidente: de 7,5 a las 11,2 asistencias en solo un año.

Y justo ahora llega Chris Paul, posiblemente el mejor «base puro» de toda la liga. Paul es un más que fiable anotador, pero como inventor y catalizador del juego no tiene rival. Hasta en seis temporadas ha cruzado la barrera de las diez asistencias de promedio, quedándose esta última en 9,2.

Y eso a muchos les ha causado preocupación en estas primeras horas tras conocerse su traspaso. No a su nuevo entrenador, artífice precisamente de esa transformación genial de La Barba. «Mientras más bases tengas en la cancha, mejor vas a ser», ha dicho el coach de los Rockets y recoge Marc Stein de ESPN.

¿Funcionará?

Una afirmación a la que, de primeras, deberíamos exigirle muchos «cómos». La calidad que atesora su nuevo perímetro es indiscutible. No obstante, eso no garantía alguna de éxito. Los Rockets se han identificado este curso por recuperar el viejo estilo D’Antoni del run&gun: un juego tremendamente veloz y más erigido que nunca desde un triple predominante y demoledor. Y precisamente todo esto ha funcionado gracias a Harden, quién merced a una facilidad insultante para penetrar, obliga al rival a menudo a tener dos marcas encima, lo que le permite encontrar a sus compañeros, artilleros especialistas desde larga distancia, para hacer ¡chof! desde la mayor de las comodidades.

Paul no es manco ni mucho menos desde 7,25 (41,1% este curso pasado), pero lo de ceder tanto protagonismo y balón, además de acelerar varios niveles el tempo de juego respecto al que imprimía en los Clippers, es algo que todavía no sabemos si será capaz de hacer y con éxito en Houston. Lo que está claro es que si lo logra, que tiemple el Oeste y los hermanos Splash, porque les habrá salido competencia.


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