Doncic hace magia para poner el 2-0

Luka Doncic tiene una colección de canastas memorables que es la envidia del 99% de la liga. Y aun así, es probable que hace unos minutos haya anotado la más grande de todas.

Los ingredientes, desde luego, son difícilmente mejorables: Finales de Conferencia de la NBA, 108-106 en el marcador, una única posesión para poner fin a un partido en el que su equipo llegó a ir perdiendo de 18. Delante, el mejor defensor de la liga, pero esta vez en un territorio en el que no se siente tan fuerte; lejos de la pintura, expuesto.

Escenario ideal para sacarlo a bailar. Un par de botes, a un lado y a otro. Pequeño amago de ir hacia dentro, hacer creer a Gobert que va a buscar una canasta de dos que fuerce la prórroga. Entonces, step-back. El espacio es escaso por culpa de los 2,35 metros de envergadura del francés, pero es suficiente. El balón está en el aire. Va hacia el aro. Bang.

Así llegó la que por ahora es seguramente la canasta de la temporada. Lo es por su valor, equivalente a un puñal en el pecho para los Timberwolves y a un subidón de éxtasis para los Mavs, porque es un tiro que vale un 2-0 en unas Finales de Conferencia y que supone un revés durísimo para Minnesota, que acariciaba ya con las manos el 1-1. Un 1-1 que habría llevado la serie a Dallas con un contexto completamente distinto. Un 1-1 que, con 3 segundos por delante desde que el balón atravesó el aro local, tuvieron oportunidad de colocar. Pero que se les escapó de las manos igual que el triple final de Naz Reid se escapó de la canasta mientras sonaba la bocina.

Del -18 a la épica

Como si supieran lo que venía por delante, los Timberwolves dieron comienzo al partido tratando de sacar el balón de las manos de Doncic todo lo posible. Después de ver el daño que podía hacerles en el pick & roll en el Game 1, optaron por lanzar el 2 contra 1 en este tipo de jugadas para obligar al esloveno a dar un pase, confiando en que sus compañeros fueran menos peligrosos. Y durante la primera mitad, lo fueron.

Los de Kidd tuvieron verdaderos problemas para sentirse cómodos en ataque, con hombres como P.J. Washington o Derrick Jones Jr. casi anulados, muy poco de Kyrie Irving, y los pívots no brillando del todo al recibir el balón en las continuaciones. Luka, que comenzó acertado desde el triple, fue capaz de sumar 16 de sus 32 tantos en la primera mitad y maquillar un poco los números, pero en general la ofensiva texana se vio en serios problemas no solo para encontrar buenos tiros, sino para convertir los que generaban dado que llegaban de manos de tiradores no óptimos.

Los Wolves, por el contrario, no conocieron el concepto de ‘tirador no óptimo’ en la primera parte, pues arrancaron con un 8/13 desde el perímetro que los catapultó en el marcador y abrió la mencionada diferencia de 18 tantos. Con Mike Conley y, sobre todo, Naz Reid acertadísimos, los locales fueron en volandas en este sentido, aunque por desgracia para ellos este aspecto de su juego se fue apagando con el paso de los minutos. Reid, máximo anotador del equipo con 23 puntos, fue prácticamente el único en sostener algún tipo de acierto gracias a su sensacional 7/9, contribuyendo a remediar el atasco de los suyos pero no paliándolo por sí solo.

En Dallas, mientras tanto, la evolución era ascendente. Lively y Gafford empezaron a realizar continuaciones mucho más agresivas tras el bloqueo directo, ofreciendo a Doncic un pase más claro que les permitía finalizar debajo del aro y que hizo de esta jugada una mina de oro para los Mavs. Ante este boquete, Finch no tuvo otra que frenar los 2 contra 1, volviendo a una defensa que había dejado resultados mejorables en el primer partido. Y ahí terminaron de girarse las tornas.

Luka, absolutamente brillante como pasador y ahora más liberado como anotador, fue creciendo en el tercer cuarto y recortando la diferencia, y cuando necesitó algo de descanso Kyrie Irving le tomó el relevo de forma inmejorable. Podríamos decir que el ex de los Nets solo tuvo 10 buenos minutos ofensivos en toda la noche, pero vaya 10 minutos. Sus penetraciones y triples dieron a los Mavs el empujón necesario en el arranque del último cuarto, y aunque sus tiros libres fallados pudieron costar caros lo compensó con un triple a falta de un minuto que puso el 106-108 y preparó el terreno para que Doncic rematara. Difícilmente mejorable en su papel de escudero.

Se busca a Edwards y Towns

Y mientras Luka e Irving brillaban, esta volvió a ser una noche muy discreta para Anthony Edward y Karl-Anthony Towns. Demasiado discreta, de esas discreciones que se convierten en un paradoja y llaman la atención por sí mismas. Al escolta se le volvió a ver cansado, poco atrevido al final, incapaz de mirar al aro en muchas ocasiones y sacando siempre balones fuera, incluido el pase que mandó a la grada con 13 segundos para el final y dejó vivos a los visitantes. A Towns directamente se le vio en el banquillo, pues, dado el acierto de Reid, Finch optó por prescindir de él durante casi todo el último cuarto. Y viendo su 4/16 en tiro, quién puede culparle.

Tras el primer choque, uno de los aspectos a los que podía agarrarse Minnesota era a que habían estado cerca del triunfo pese a la mala actuación de sus dos estrellas, confiando en que la cosa cambiara en un día más acertado. Sin embargo, ahora que dicha mala noche se ha repetido, ahora que la defensa de Dallas ha vuelto a imponerse, empieza a dibujarse una tendencia preocupante. Porque este equipo no tiene tantas armas ofensivas como para permitirse un 9/33 de sus dos mejores anotadores. Quizás ninguno.

Los Timberwolves viajan a Dallas con la sensación de que todo lo que no sea ganar los dos encuentros a domicilio será un drama, y para ello tienen que encontrar la forma de activar al menos a uno de los dos. De liberarlos del infierno que es la defensa interior de los Mavs. Porque si no ocurre, si Minnesota tiene que vivir o morir del triple, sus opciones sufrirán un duro revés.

(Fotografía de portada: David Berding/Getty Images)


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