Nadie va a descubrir a estas alturas que Golden State Warriors edifica un ataque irrepetible. También su defensa este año ha ascendido varios grados hasta colocarse como una de las mejores de la competición (tercera en defensive rating), y de hecho el caso que ocupa este post habla de armas de destrucción masiva tanto en canasta contraria y también como en propia.
El conjunto de Oakland es esta temporada líder total de la NBA en puntos por partido (116,2), porcentaje de tiro de campo (51,0), triples (39,8), tiros libres (81,2) y asistencias (30,5). Su dominio del ataque es total, lesionan la defensa rival con la mínima intención aunque, paradójicamente, no lideran la liga en ofensive rating (113,5) puesto que están por debajo de los raudos Rockets de Mike D’Antoni (113,6), según NBA Stats.
El dominio de los Warriors, sin ser el mejor récord de la liga (todavía) se extiende también a la defensa, pues son el conjunto que más tapones (8,5) endosa cada noche. La excelencia en ataque se va contagiando poco a poco a un sistema defensivo que funciona más de lo que puede captar el ojo alérgico al detalle. De hecho, el lucimiento ofensivo camufla en parte la gran labor de los Warriors atrás. Empezando por Draymond Green, sus ayudas y capacidad de defender a cualquier jugador, la intensidad que Kevin Durant ha ganado atrás en California o también que gran parte del equipo esté rayando a un gran nivel bajando el tronco.
Golden State también lidera la liga en promedio de puntos positivos de ventaja en sus partidos (12,5). Y todo lo han conseguido con hasta cuatro de sus titulares (Stephen Curry, Green y Durant) perdiéndose al menos cinco encuentros de los 31 disputados en total. Curry y Dray se han perdido ocho y seis partidos.
El rodillo que se personará en playoffs va cogiendo cuerpo. Son mejores que la pasada temporada, más acoplados, acostumbrados y rodados y de momento parecen estar calentando su gran obra. Su mejor versión llegará durante la postemporada.