Cuando dieron inicio los playoffs, eran muy pocos los que se atrevían a colocar a los Indiana Pacers como uno de los candidatos a pelear por todo. Pero a base de victorias, de avanzar rondas, y de desplegar un baloncesto arrollador, los de Rick Carlisle fueron poco a poco ganando adeptos hasta que, tras llevar a siete partidos las Finales ante unos Thunder que venían de arrasar en el Oeste, terminaron convenciendo a propios y extraños. Aunque no a todos.
Jeff Teague se ha referido a ellos de manera poco amigable en su podcast, en el que casi que asegura que su posición de subcampeones se debe más a deméritos ajenos que a méritos propios. Y en el que pone muy en duda el talento de la plantilla.
«Es uno de los peores equipos que ha llegado a las Finales en la historia» afirmó rotundamente el base. «No sé qué dice eso sobre el resto de la liga, pero es una de las peores plantillas en participar en las Finales de la NBA».
¿Cambio de paradigma?
Lo cierto es que si medimos a la plantilla de los Pacers por el nivel de sus estrellas, quizás la frase de Teague no suene tan descabellada. Tyrese Haliburton y Pascal Siakam están lejos de estar en la élite más absoluta de la liga, lo cual, en una época en la que la acumulación de estrellas ha sido la tónica, puede dar la sensación de que están algo faltos de talento. Pero a su vez, sería injusto medir sus capacidades únicamente en estos términos.
Y es que Indiana viene de ser el paradigma de un punto de inflexión en la NBA, en la que quizás ya no sea tan importante tener al mejor jugador de la serie. Su profundidad de plantilla y capacidad para contar con hasta 9 o 10 jugadores por noche ha sido una de sus grandes fortalezas y les ha permitido imponer un ritmo y un estilo que ha arrollado a equipos con estrellas mucho más asentadas, haciendo que los partidos se decidan en los términos que ellos imponen.
Así, si bien podría considerarse que, en cuanto a plantilla, no están entre las más talentosas en llegar a las finales, cuesta más decir que son uno de los peores equipos. Porque han brillado precisamente como eso, como bloque. Como un conjunto capaz de ser más que la suma de sus piezas. Y si el conjunto final ha sido tan bueno, quizás es que las piezas no eran mediocres en primer lugar.
(Fotografía de portada: Trevor Ruszkowski-Imagn Images)
