Tras un año decepcionante a todos los niveles, Isaiah Thomas recaló este verano en uno de los equipos que más interés han suscitado: los Denver Nuggets. Los de Colorado, que finalizaron novenos del Oeste la pasada campaña, han mantenido a sus piezas más importantes, y con la llegada del base y la elección de Michael Porter Jr. en el Draft, cuyo puesto número 14 solo se explica a través de sus molestias físicas, las expectativas alrededor de la franquicia son altas. De hecho, el propio Thomas no duda de que acabarán el curso entre los ocho primeros del Oeste.
«Afrontamos una temporada larga de 82 partidos más los playoffs, donde estaremos este año» afirmó con rotundidad en unas declaraciones publicadas por los propios Nuggets. «Estoy aquí para ayudar, haré lo que el equipo necesite que haga para ganar».
Este parece el único objetivo posible para los de Denver, que ya el año pasado se quedaron literalmente a un partido de los playoffs tras un final de temporada regular para el recuerdo. Empatados a 46 victorias con los Timberwolves, los de Michael Malone visitaron Mineápolis sabedores de que quien ganara aquel último partido ocuparía el octavo puesto. Una especie de séptimo partido como cierre de temporada que cayó para los locales, dejando a los Nuggets con un mal sabor de boca del que solo un puesto entre los ocho primeros podría librarles este año.
¿Los grandes perjudicados del desequilibrio Este-Oeste?
Hablar de la diferencia de potencial entre las franquicias de una conferencia y otra sería redundar en un tema mil veces tratado, pero si hay un equipo al que esto pueda perjudicar especialmente ese parece ser Denver. Si ya la temporada pasada se quedaron fuera de playoffs con un balance de 46-36 que les habría hecho ser sextos en el Este, esta temporada ni más ni menos que LeBron James y sus Lakers se han unido a su lista de rivales. No se antoja el mejor panorama posible para soñar.
La plantilla de los Nuggets cuenta con de jugadores de gran talento como Jamal Murray o Paul Millsap, una potencial superestrella como Nikola Jokic, y, tras la llegada de Thomas, con un jugador que entró en las conversaciones para el MVP en su última temporada al 100%. La cuestión es: ¿es esto suficiente? Podría, pero parece evidente que les sería mucho más sencillo si se ubicasen unos cientos de kilómetros más cerca de la costa atlántica. No obstante, es elogiable su deseo de competir en un contexto tan duro y en una NBA que tiene en el tanking uno de sus grandes problemas.
La incógnita de Thomas
Un aspecto que será vital para las aspiraciones de playoffs de los Nuggets será el nivel de juego de Isaiah Thomas. Si recupera la versión que ofreció en su último año en Boston, donde promedió 28 puntos y 5,9 asistencias por partido, el salto cualitativo que puede aportar a los de Colorado es muy importante, pero lo último que se ha visto del base dista de lo que se vio aquella temporada. Ni en los Cavaliers ni en los Lakers, equipos en los que jugó la pasada campaña, Thomas pudo ofrecer su mejor versión, y se le notó falto de la confianza y descaro que derrochaba en los Celtics.
Esto, sin embargo, parece justificado. Conviene recordar que Isaiah se perdió el primer tramo de la temporada por lesión, y cuando se incorporó a los Cavaliers lo hizo en un ambiente complejo tanto a nivel deportivo como anímico al que no logró adaptarse. Su traspaso a los Lakers, donde no encontró ningún aliciente competitivo, no ayudó a que recuperase su máximo nivel, pero quizás el nuevo reto que afronta en Denver sí lo haga. De hecho, el haber firmado un solo año por el salario mínimo denota que Thomas confía en ser capaz de ganarse sobre la pista un contrato de estrella para la próxima temporada. Si lo hace, aumentarán las posibilidades de que el Pepsi Center vuelva a vivir un partido de playoffs.