Sus dientes por el suelo en el TD Garden, su llanto por el fallecimiento de su hermana, su dolorosa salida rumbo a Cleveland, su adiós a LeBron James, su llegada a los Lakers, su camino hacia la agencia libre… Sí, con tanta noticia podríamos pensar que eso ha ocurrido a lo largo de los años; pero no. Isaiah Thomas, otrora quien levantaba los corazones verdes de Boston, ha pasado por todo ese cúmulo de emociones en doce meses, un año en el que una lesión le ha impedido ser quien era a la vez que hacia lo propio con quienes disfrutamos su baloncesto.
Ha sido un camino duro, pero eso no ha impedido que a Thomas llegar a la última parada. Aun cuando no sabe qué será de su futuro, si encontrará un acomodo a su gusto, si será titular o si firmará un gran contrato, el base se felicita por haber dejado atrás su lesión de cadera. Porque lleva meses jugando, pero como él mismo admite, no ha sido hasta ahora cuando vuelve a disfrutar en pista sin limitaciones.
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Thomas se siente bien. Asegura no tener dolor y estar listo para regresar a la élite de la liga. No obstante, la realidad es que llega sin contrato al verano tras una campaña en la que ha despertado demasiadas dudas. Tras ser traspasado por los Cavs cuando apenas llevaba disputados una decena de partidos, las críticas se cebaron con su defensa. Ya en Los Ángeles mejoró su rendimiento, pero no lo bastante como para asegurar su futuro. Parece más próximo a un contrato corto con el que restablecer su estados que de uno a largo plazo.