Lo que les faltaba a los aficionados de los New York Knicks para tener sueños de lo más áridos con Joakim Noah. El pívot de origen francés firmó cuatro años (solo cumplió dos) y 72 millones de dólares en el verano de 2016 y su paso por la gran urbe fue un fiasco con todas las letras.
Se esperaba que Noah fuera la antorcha interior del equipo y hasta tutor en cuanto a oficio del joven Kristaps Porzingis. Pero ocurrió todo lo contrario, apenas disputó unos encuentros (53 en total y solo 7 la temporada pasada) en la Gran Manzana. Cayó en el ostracismo ya en el curso 2017-18 y su rendimiento nunca levantó la sintonía que sí ofreció en Chicago.
¿Por qué un jugador que llegaba en un momento profesional decente, y con solo 31 años, se pegó semejante porrazo jugando para los Knicks? Según el propio Joakim Noah, «no estaba preparado para jugar en la ciudad de New York».
No ya hablando de la presión intrínseca que se entiende al jersey local en el Madison Square Garden, sino porque sus hábitos fuera de la cancha no fueron los mejores.
«No creo que fuera una cosa, fue un conjunto de muchas cosas. Podría mirar atrás y decir que estaba preparado para New York, pero no lo estaba. No solo por la presión… Recuerdo que después de mi primer partido había 60 personas en mi casa. Soy un jugador demasiado ‘lit’ (que se podría traducir por intenso, divertido, excitante, que se sale de la norma) para la ciudad de New York. Memphis es perfecta para mí», pudo alegar Noah en el programa de radio de Chris Vernon. La alusión es un flagrante guiño a favor de que su gusto por las actividades recreativas no le permitió concentrarse en su trabajo todo lo que hubiera debido.
Añadía Noah que en Chicago era más o menos el mismo que fue en Nueva York pero que en tal momento era más joven y podía recuperarse de una manera más rápida.
Lo que le faltaba al dilapidado (en NY) Noah para granjearse el recuerdo eterno de los aficionados de los Knicks, admitir que su vida personal fue el motivo de su fracaso.
(Foto de portada: Al Bello/Getty Images)