No ha sido uno de los temas del verano porque Portland como mercado apela poco a las masas. Pero sí una noticia hasta cierto punto preocupante. La operación salida de los Boston Celtics ha empujado a Jrue Holiday a los Trail Blazers dos años después de salir rebotado de allí. Y, aunque no se haya visto reflejado en la clasificación, o no demasiado, el grupo de los de Oregón ha encontrado cierta identidad defensiva en la que Holiday, evidentemente, encaja ahora sí como un guante.
Sin embargo, la nota discordante está en su estado físico. Y es que en un traspaso que en un principio incluía rondas de Draft, los Blazers tuvieron que apartarlas del movimiento porque las pruebas médicas de Holiday arrojaron un estado físico preocupante. El base viene de un curso flojo en lo individual a ambos lados de la cancha y llegando tan solo a los 62 partidos jugados a causa de sus problemas físicos. Lo cual podía levantar ciertas dudas con una posible remontada que asome en el horizonte.
No es el plan.
«Seguiré jugando hasta que no pueda más», cuenta. «He sido bendecido para jugar hasta este punto. Nunca lo he dado por hecho. Sé que es un sueño para la mayoría de niños y sé que aguantar 17 años en la liga es un sueño para cualquier jugador de mi edad que tenga la posibilidad de jugar al juego que ama lo más sano posible».
Holiday, que en su primera pequeña estancia en Portland agitó el avispero del traspaso tan pronto le fue posible, parece afrontar esta nueva etapa con ganas. En la misma entrevista ha admitido haber hablado con Damian Lillard y las ganas que tiene de ponerse a las órdenes de Chauncey Billups. Cree sinceramente que el equipo puede desarrollar una cultura ganadora en el corto plazo.
Si acaba cumpliéndose, quizás él tenga parte de culpa.
(Fotografía de portada de Petre Thomas-Imagn Images)
