La situación física de Lonzo Ball sigue siendo, hasta cierto punto, una incógnita. El base de Chicago, quien sufrió un desgarro en el menisco izquierdo a finales de enero, lleva meses de calvario. En un primer momento ni siquiera se le descartó para lo que restaba de temporada, pero su articulación no respondió como los servicios médicos esperaban, hasta el punto de tener que visitar a otro especialista a finales de abril.
Desde ese momento hasta el presente han pasado otros dos meses y medio y, lejos de tener certezas, desde los Bulls señalan que su recuperación está yendo más lenta de lo esperado y que ni siquiera saben si estará en condiciones de iniciar el training camp de pretemporada con sus compañeros.
“Está mejorando. Probablemente no a la velocidad que nos gustaría, pero está mejorando. Con suerte, estará en el training. Esa es nuestra esperanza», explica Arturas Karnisovas, presidente de operaciones de baloncesto de la organización de Illinois.
Aunque los Bulls cuentan con jugadores de la talla de DeMar DeRozan o Zach LaVine, lo cierto es que la ausencia de Ball se notó bastante el curso pasado. En los 35 encuentros que pudo disputar promedió 13 puntos y 5,1 asistencias para ayudar a que su equipo se colocara con un balance de 22-13. Sobrevivieron sin él, pero sin duda tendrán más opciones de comenzar bien el próximo curso si está sobre el parqué.
(Fotografía de Jonathan Daniel/Getty Images)