La entrada en vigor del segundo apron en el nuevo convenio colectivo de la NBA ha convertido la ingeniería salarial en uno de los temas de moda. Las enormes limitaciones a las que las franquicia se enfrentan a partir de ahora para mejorar su plantilla en caso de superar este nuevo límite (fijado esta temporada en 188,9 millones de dólares) han hecho que muchas sean más reticentes a gastar o a arriesgar con según qué movimientos, pues las consecuencias de exceder dicha cifra son notables. Tanto es así, que los nuevos contratos firmados este año se están viendo afectados de una forma no tan esperable.
Además del salario acordado, algunos contratos incluyen también determinados bonus por objetivos, dando a los jugadores un pago extra en caso de cumplan logros como jugar un determinado número de partidos, ser elegidos para el All-Star o alcanzar cierta ronda de playoffs. No obstante, estas condiciones llegan a veces a límites absurdos, cayendo en la categoría de lo que se denomina unlikely bonus, es decir, bonus que se considera casi imposible que el jugador reciba.
Ejemplo de esto hay muchos, como es el caso por ejemplo del último contrato de Tyler Herro. El de los Heat firmó un acuerdo de 120 millones en cuatro años, dato al que hay que añadir un bonus de un millón de dólares en caso de que sea elegido MVP de la liga y de 1,5 millones en caso de que sea elegido Mejor Defensor del Año, títulos, sobre todo este último, que podemos asegurar ya que no ganará. Algo similar ocurre con Jordan Poole, quien tiene también un bonus de un millón de dólares si designado Mejor Defensor y/o MVP.
Adiós a los ‘unlikely bonus’
¿Pero cuál es la finalidad de estos bonus? Pues muchas veces es simplemente promocional, pues a los jugadores, y sobre todo a sus agentes, les ayuda a que la cifra que trascienda sea mayor y que dé la sensación de que han hecho un mejor trabajo en las negociaciones. Pero entonces ha llegado el nuevo convenio, según el cual estos unlikely bonus pasan a contar también de cara a determinar si un equipo supera el límite del segundo apron. Y con ello, se acabó la tontería.
Así lo asegura Jake Fischer, periodista de ESPN, que afirma que la cantidad de bonus de este tipo que se han incluido en los contratos de esta agencia libre ha decrecido de forma notable. Sigue habiendo algunos poco probables, como ocurre con DeMar DeRozan, que recibirá un extra de un millón de dólares si es elegido All-Star, lo cual se antoja difícil con su salto al Oeste, pero la cosa está lejos de cláusulas demenciales como las de Herro y Poole. Parece pues que esta forma artificial de inflar contratos está destinada a desaparecer.
(Fotografía de portada: Kevin C. Cox/Getty Images)