LeBron, sobre las Finales del 2011: «Perdí mi amor por este juego»

Hagamos un pequeño ejercicio retrospectivo. Vayámonos hasta la primavera del año 2011; a la época donde los Miami Heat aspiraban a coronarse como nuevos monarcas de la competición después del impactante despliegue mercantil a través del que habían contratado a LeBron James y a Chris Bosh (que se unían a Dwyane Wade) durante el último verano.

Los chicos de South Florida se habían convertido en el nuevo archi-villano supremo de la NBA, mucho más después de la marcha de James de Cleveland y de toda la parafernalia con la que dicha evacuación se había producido. Aquellos Heat eran tan buenos e históricos como fáciles de vilipendiar en la mente colectiva del aficionado.

En las Finales de aquel 2011 se enfrentaron a los Dallas Mavericks de Dirk Nowitzki, que levantaron un tanteador inicial adverso de 2-1 con tres victorias seguidas y un marcador final de 4-2.

Aquella primera parada en las Finales junto a los Heat supuso todo un palo para LeBron James. Un verdadero fiasco. Había salido de los Cavaliers para amontonar campeonatos y la derrota suponía un indeseado contratiempo en su contador profesional. Además, el nivel de exposición al que estuvo sometido el ’23’ (entonces portaba el ‘6’) llegó a erosionar de veras la mentalidad de James, el mejor jugador de la Liga en aquel entonces. Una gran parte de la comunidad NBA deseaba que se estrellase, cuanto más fuerte mejor, y eso inauguró una de sus etapas más agridulces de su carrera. Se había quedado sin el primer anillo que esperaba y también con una colección importante de grietas dentro de su cabeza.

«El nivel de exposición al que estaba sometido y cómo salí de mi zona de confort hicieron que perdiera mi amor por el juego», pudo revelar LeBron a Dave McMenamin, de ESPN, recientemente sobre sus sensaciones vitales en aquellas Finales del 2011.

El cuidado mental

En el lapso de tres encuentros en los que Miami tiró por tierra su ventaja inicial (2-1), LeBron se movió en promedios de 15,3 puntos, 4,7 pérdidas y series de tiro poco acertadas; se notó que el entorno le estaba afectando. Más de lo que lo había hecho en todo el año, donde ya había descubierto lo que opinaba mucha gente al hilo de su marcha a Florida.

Aquel clima de super villano que la temporada 2010-11 y su marcha de Cleveland habían generado llegó a tener consecuencias en la mente del jugador de los Heat. Tangibles, como acabamos de apreciar en sus promedios. James hasta comprendió en tal momento de la suma importancia de mantener un balance apropiado en su cabeza, por lo que empezó a cuidar mucho más el equilibrio psicológico que bullía por su azotea.

Después de esa edición de las Finales de 2011 con los Heat, James pisaría la última ronda de la temporada en tres ocasiones más, seguidas, quedando campeón en dos de ellas (2012 y 2013) y estrellando la embarcación de pleno una vez más (2014, ante San Antonio).

Mal que bien, aquellos días duros que daban la bienvenida al verano de 2011 sirvieron para seguir cuajando la dureza mental de LeBron James. Para hacerla más resistente y prepararla para éxitos posteriores.

(Fotografía de portada: Harry How/Getty Images)


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