Los Brooklyn Nets han dado la campanada de la noche. El cuadro de Jacque Vaughn ha protagonizado la victoria más sorprendente de la jornada al imponerse en Boston 105-115, pero no tanto por el resultado como por las formas. Y es que los neoyorquinos han firmado la mayor remontada de lo que va de temporada, dando la vuelta a una desventaja de 28 puntos en casa de uno de los mejores equipos de la NBA y demostrando que, aun con todos los cambios que ha sufrido la plantilla, siguen yendo bastante en serio.
Les costó, eso sí, entrar en el partido. Mucho. Fue uno de esos días en los que el despertador suena cuatro veces sin que te enteres y acabas necesitando un cubo de agua en la cara para levantarte. Y quien dice un cubo de agua dice un parcial de 51-23.
Solo hubo un equipo sobre la pista durante los primeros 15 minutos, y esos fueron los Celtics. Con 21 puntos de Jaylen Brown y 14 de Jayson Tatum en la primera parte, los de Mazzulla arrasaron a unos Nets que no parecían tener capacidad de reacción y a los que les estaba siendo imposible frenar cualquier arremetida ofensiva de los locales, que recordaron a la arrolladora versión que ofrecieron durante el primer tramo de la temporada regular. Todo parecía listo sentencia, pero la sacudida despertó por fin a los visitantes y las cosas empezaron a cambiar antes del descanso.
Mikal Bridges fue el encargado de empezar a mostrar los primeros signos vitales de los neoyorquinos, y a medida que lo hacía el resto de miembros parecían empezar a activarse también. Con 15 tantos en el segundo cuarto, el alero lideró la reacción de los visitantes, que, aprovechando algo de relajación en los Celtics propia del resultado, empezaron a cambiar el devenir del choque y a reducir diferencias hasta que, con 6 puntos en los últimos 30 segundos, llegaron a bajar de los dos dígitos de diferencia antes de volver a vestuarios. De repente había partido. Solo que resultó que en realidad no había partido. Porque esta reacción había llegado para quedarse.
Bridges se lo cree
Tras las salidas del cierre de mercado, estos Nets deberían ser un equipo venido a menos. Un equipo pensado para iniciar una reconstrucción. Una especie de muerto viviente que sigue en la zona alta porque ahí lo han dejado pero que vaga sin rumbo claro esperando a que llegue el verano y alguien dote a la plantilla de algún tipo de cohesión y sentido. Pero consiguieron a Mikal Bridges.
Y Mikal Bridges es más que la cuarta referencia ofensiva que era en Phoenix. Tras encargarse de levantar a los suyos de la lona en el segundo cuarto, el alero olió sangre y fue a por la yugular en la segunda mitad. Mid-range tras mid-range, triple tras triple, el ex de los Suns fue sumando hasta llegar a los 38 puntos y fue asestando un golpe tras otro a unos Celtics que no parecían entender que estaba pasando. De repente vieron cómo sus 28 puntos de ventaja habían desaparecido. Y poco después eran ellos los que estaban 16 abajo. El guion había dado un giro de 180 grados.
«Creo que en los últimos partidos nos hemos dado cuenta de que en realidad no tenemos ningún problema ofensivo» comentó Mikal. «Nuestro ataque es bastante bueno. Y en defensa, hemos conseguido empezar a pararles y mantenernos unidos posesión tras posesión. Hemos seguido trabajando juntos pese a todo».
Bridges no tardó en encontrar el apoyo de hombres como Cameron Johnson, autor de 20 tantos, o de Dorian Finney-Smith y Spencer Dinwiddie, que terminaron con 17, que ayudaron a dar un vuelco radical a la noche y dejar helado el TD Garden. Brooklyn se convirtió de esta manera en el cuarto equipo desde 1997 (temporada en que se empezaron a registrar los partidos jugada a jugada) en ganar por dobles dígitos un duelo que perdía por 28 puntos, y dejó claro que, aunque no aspira a tanto como aspiraba con Irving y Durant, cuenta con una base interesantísima para renacer de sus cenizas.
(Fotografía de portada: Sarah Stier/Getty Images)