Rudy Gay sufrió hace meses una de las peores lesiones posibles para un jugador de baloncesto: rotura del tendón de Aquiles. Desde entonces han pasado nueve largos meses de rehabilitación en los que este alero de 31 años ha luchado por volver a ser el que era. Habrá que esperar para comprobar si lo ha logrado, ya que en San Antonio lo apuestan todo a ser prudentes.
Los médicos, quienes deben certificar que está listo para regresar a las pistas, ya han dado ese paso al entender que su tendón está plenamente restablecido. Es una buena noticia para Gay, pero aún debe convencer a quien tiene la última palabra: Gregg Popovich.
«Justo lo que hago es ser más conservador. Probablemente lo lleve más lento de lo que él va a querer», explica el entrenador de los de Texas, quien debe poner freno a un Gay que está deseando volver a jugar. «Hemos tenido conversaciones durante el training camp. Él intenta que dé algún paso atrás y yo le digo: ‘No entrenador, soy un jugador de baloncesto. Por eso estoy aquí'».
La postura de los Spurs parece ser la correcta. Con una temporada tan larga por delante, y teniendo en cuenta que lo importante para ellos no llegará hasta abril, tenerle un mes antes o después no debe preocuparles. Verle en acción con prontitud, con el riesgo de perderle en pos de una nueva carrera por el anillo, carece de sentido.
Una recuperación complicada
Gay volverá a las pistas, pero la pregunta es a qué nivel. Antes que él ha habido bastantes otros que sufrieron la misma dolencia sin ser capaces de recuperar su anterior versión. Kobe Bryant regresó, pero la lesión le privó de ser determinante en el ocaso de su carrera. Wesley Matthews vio como su atletismo y acierto en el tiro caían tras la lesión. Brandon Jennings, tras un gran inicio en la NBA, acabó por tener que hacer las maletas a China. Esperemos que Gay tenga más suerte.