Lo principal de la estrella que Manu Ginóbili deja en la NBA —y en el mundo— es precisamente enemigo de la estadística. Si por algo sobresalió el paladín argentino fue por su talento natural, desbocado, transgresor, original y por la reinvención constante de los cánones que conducían a ser campeón. Su diccionario de aptitudes genéticas fue tan amplio que consiguió desarrollarlas para derribar fronteras del juego temporada tras temporada. Sus buenas broncas de Gregg Popovich, y dosis de banquillo, le costaron en sus primeros años en la liga, pero terminaron por conducirle al mejor de los destinos. Bien, pues a pesar del tonelaje de intangibles que carga su juego, Manu deja también una huella histórica en el área de matemáticas.
Ginóbili cierra sus días profesionales en San Antonio como líder histórico de la franquicia en triples anotados (1.495) y robos (1.392).
También termina en puesto de honor en cuanto a partidos jugados y rebotes conseguidos (tercero), minutos disputados, tiros libres anotados y asistencias (cuarto) o en puntos y canasta conseguidas (quinto). En las casillas importantes, su nombre se codeo con los mejores.
Entiéndase y concédase el lustre que merecen a estos datos, pues hay que tener en cuenta que en San Antonio impera la dictadura estadística de Tim Duncan. El, para muchos, mejor ala-pívot de la historia es líder en puntos, partidos, rebotes, canastas, minutos, tiros de dos, rebotes (ofensivos, defensivos y totales) o tapones en la organización. Lidera las facetas históricas principales del juego de la franquicia gracias a los 20 años de servicio en la trinchera texana.
Y entre el dominio de Duncan, se cuela Ginóbili para, en 16 años de segundo o tercer oficial al mando, coronar también algunos nichos estadísticos del juego.
Su talento fue eterno e inconcebible, pero lo son también, por su puesto, sus logros tangibles.
Ginóbili termina su carrera como 93º jugador con más partidos en la NBA (1.057) y 165º anotador histórico (14.043 puntos).
*Datos obtenidos de Basketball Reference