Metta World Peace, arrepentido por el anillo que se escapó en Indiana

El alero, ya retirado, cree que la lamentable pelea que tuvieron en el Palace of Auburn Hills acabó con un equipo que habría sido campeón

Jermaine O’Neal, Reggie Miller, el entonces Ron Artest… Los Indiana Pacers de principio del siglo XXI tenían talento e intensidad en cancha como para codearse con los mejores equipos de la NBA. Siguiendo la línea positiva que los llevó a las Finales del año 2000, y sabiendo reconstruir mientras seguían compitiendo, en 2004 fueron capaces de llegar a las finales del Este, donde se vieron superados por unos Detroit Pistons que acabarían campeones. Ese fue el techo de aquel equipo que apuntaba a lo más alto.

Tras una campaña en la que tanto O’Neal como Artest fueron All-Star (el segundo también Mejor Defensor del Año), en Indianapolis se sentían preparados para asaltar el primer campeonato de su historia. Y así se plantaron en la temporada 2004-05. Antes de empezar se hicieron con Stephen Jackson a cambio de Al Harrington, un traspaso que encajó bien en un equipo que empezó fuerte hasta el fatídico 19 de noviembre de 2004. Aquel día, enfrentándose a los Pistons en Detroit, una falta dura de Artest sobre Ben Wallace desencadenó un incendio que parecía apagado hasta que un aficionado lanzó un vaso de cerveza al alero de los Pacers. El resultado es conocido por todos. Artest, Jackson y O’Neal acabaron peleando en la grada con los aficionados y posteriormente sancionados por la NBA; en el caso de Artest, para toda la temporada (incluido playoffs).

Allí acabó la historia de ese equipo. Pese a que lucharon hasta clasificarse para la postemporada, volvieron a caer ante los de Michigan –esta vez en semifinales de conferencia–. Con ese varapalo esperado, la retirada de Reggie Miller y un Artest cuya cabeza no estaba demasiado bien amueblada, lo que podía ser uno de los momentos memorables de la historia de Indiana quedó en nada. Al año siguiente, ya sin su leyenda en plantilla, Indiana hubo de lidiar con la petición de traspaso de Artest, quien llegó a decir: «el equipo estará mejor sin mí». Lo mandaron a Sacramento. Tocaba reconstruir.

Ahora, 15 años después, y bajo el nombre de Metta World Peace, el protagonista de aquella historia –tanto héroe como villano– recuerda lo ocurrido con una sabor agridulce; ese que le inunda cuando se da cuenta de lo que pudo ser pero no fue.

«Ese equipo era una locura. Era un grupo increíble, un infierno de equipo para los rivales. Todo el mundo dice que podríamos haber ganado el campeonato. Definitivamente podríamos haberlo hecho. Me arrepiento un poco de ese. Creo que cuando gané el anillo con los Lakers, subí al podio y lo primero que hice fue dar las gracias a Donnie Walsh (ex presidenta de operaciones de baloncesto de los Pacers), Jermaine O’Neal, Al Harrington, Jamaal Tinsley, Steve Jackson, Anthony Johnson. Tenía que darles las gracias porque sabía que estábamos preparados para conseguir el título», señala en una entrevista concedida a GQ en la que promociona el documental Quiet Storm.

Arrepentido de no conseguir lo que veía tan cerca, pero no tanto de aquel momento que cambió su historia en Indiana. Cuestionado por la pelea en Detrot, MWP asegura que reaccionaría exactamente igual. «¿La pelea? Si alguien fuera a lanzarme algo, lo aplastaría de nuevo. Nadie tiene permitido pegarme con nada. Nunca. Tampoco antes de aquella pelea. No me criaron así. No me tires nada que yo tampoco tiraré nada a nadie. La pelea fue un problema entre un hombre y yo, eso fue todo. Ben y yo queríamos pelear, pero no podíamos, había mucha gente en medio. Luego otro hombre me tiró algo. Fue algo simple. Lo único con lo que es complicado lidiar en el presente es con mis premios. Solo tengo ocho. Si hubiese tenido una mejora carrera tendría quizás 20 o 25 premios. Era el hombre de Indiana. Estaba promediando 25 puntos. Tenía 23 años y estaba en mi mejor momento», admite.

No le falta parte de razón. Aunque su carrera continuó hasta el punto de llegar a ser campeón con Los Angeles Lakers, su papel como jugador principal de un equipo no se repitió más allá de su etapa en los Kings, donde en solo una ocasión alcanzó los playoffs. Además, su fama empezó a precederle. Ya no se hablaba de su talento para jugar, sino de su facilidad para perder los nervios. ¿Pudo tener una mejor carrera? Seguro.

(Fotografía de Dylan Buell/BIG3/Getty Images)


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