Miami huele sangre: paliza, 3-0 y a las puertas de las Finales

Si el sueño más húmedo de Pat Riley y la peor pesadilla de Joe Mazzulla tuvieran un hijo, se parecería bastante al Game 3 de estas Finales de Conferencia. Un partido ideal para Miami, en el que todo sale mejor que perfecto y en el que da la sensación de que cualquier persona que vistiese una camiseta blanca y roja podría salir al parqué a meter 16 puntos. Todo lo contrario para Boston, que fue una sucesión de caras largas, de expresiones de impotencia, de decisiones desesperadas, de mirar al reloj deseando que todo acabe.

Por dónde empezar. El 128-102 del marcador habla por sí solo pero no todo lo alto que podría. La diferencia ya era de 33 puntos a mediados del tercer cuarto (89-56), y el duelo llegó tan muerto a los últimos 12 minutos que el quinteto con el que los Celtics salieron al último cuarto estaba conformado por Sam Hausser, Luke Cornet, Payton Pritchard y una bandera blanca. Y eso porque Mazzulla tuvo la decencia de esperar al cuarto periodo para firmar la rendición, porque lo cierto es que el electrocardiograma de los visitantes llevaba muchos minutos siendo completamente plano.

Hay mucho que achacar a Boston, pero también mucho que reconocer a unos Heat a los que les salió todo y que ofrecieron quizás su imagen más arrolladora en unos playoffs ya de por sí demoledores. Bam Adebayo pareció a ratos participar en un concurso de mates, Gabe Vincent no ha fallado solo triple desde el mes de marzo y no dejéis que las estadísticas os digan lo contrario, y Jimmy Butler pudo limitarse a divertirse y a hacer gestos de ‘tiempo muerto’ a Al Horford cuando los visitantes paraban el partido a la desesperada. Los de Spoelstra están en un punto en el que lo mismo Duncan Robinson firma unos buenos minutos como generador con balón en pick & roll que Cody Zeller pone un tapón a tablero en transición. Todo vale.

Fue en el segundo cuarto cuando el duelo empezó a romperse de forma definitiva y a atisbar la paliza en que se convertiría en el tercero. La pintura visitante era de libre acceso para Miami, que durante muchos tramos no encontró ningún tipo de oposición a la hora de llegar al aro y, una vez allí, finalizar o doblar a un tirador abierto. Boston no existió atrás. Y siendo justo, tampoco delante. Sin opciones de jugar en transición, cada acción se atascaba, cada tiro llegaba defendido y cada minuto se hacía más desesperante, lo que hizo a los de Florida ponerse con más de 20 puntos de ventaja por primera vez en toda la noche.

Hubo sin embargo un pequeño rayo de esperanza antes del descanso, cuando Mazzulla optó por alargar las ayudas sobre Butler hasta llegar el 2 contra 1 en muchas posesiones, tratando de alejarle de la zona y de hacer que se precipitara en la toma de decisiones. Y en cierta medida funcionó. Los Celtics cerraron el segundo cuarto con un parcial de 2-9 que parecía frenar la sangría y darles algo a lo que agarrarse de cara a la segunda mitad, en la que, no obstante, por algún motivo no volvió a verse este ajuste ni nada parecido. Solo más festín local.

Paliza para la historia

La dinámica tras el paso por vestuarios tuvo mucho que ver con los minutos de masacre y muy poco con el amago de reacción. Nadie en Boston era capaz de dar un paso adelante y nadie en Miami quería perderse la fiesta. El emperador estaba desnudo y no tenía forma de taparse. Y ninguno de los presentes perdió la oportunidad de señalarlo y reírse.

Los Heat se convirtieron esta madrugada en el primer octavo clasificado que gana un partido de playoffs por 25 puntos o más, y la grada pasó los últimos minutos pidiendo a gritos la entrada de Udonis Haslem al parqué. Es difícil hablar de lo que se vivió más de lo que hablan estos dos datos. A estas alturas, cabe preguntarse cómo puede salir Boston a esta pista a disputar el Game 4 sin sentir que la serie ya está muerta. Porque lo de hoy fue mucho más que una derrota.

En la NBA actual, dar nada por sentado antes de tiempo tiende a ser un error, y precisamente estos Heat son una prueba de ello. Pero si hay una serie que invita ello, es esta. Porque lo cierto es que ahora mismo haría falta más que un milagro para que Miami no se convierta en el segundo octavo clasificado en llegar a unas Finales de la NBA. Y va camino de hacerlo habiendo perdido solo tres partidos en el trayecto.

(Fotografía de portada: Megan Briggs/Getty Images)


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