Mike Brown, Nueva York y un ideal

Tras la salida de Tom Thibodeau, Mike Brown llegó al cargo con un credo firme. Pero del papel a los hechos hay trabajo que hacer.

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Por David Sánchez

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Ante el albor de una nueva era, los New York Knicks tomaron una decisión drástica haciendo parecer que no lo era. Porque prescindir de un técnico que devuelve a la franquicia a pelear en la cima de la liga y la lleva a finales de conferencia por primera vez en el presente siglo, no puede ser nunca un movimiento completamente intachable. Aunque haya argumentos que la expliquen.

El razonamiento de la destitución de Tom Thibodeau se esconde en la localización de presuntos dogmas percibidos como nocivos. Especialmente relacionados con la exigencia física derivada de la estrechez de sus rotaciones y de la hiper-dependencia ofensiva de Jalen Brunson como alfa y omega. Un tercer mandamiento sobrevuela la decisión insinuando que Thibs, aunque es capaz de levantar los cimientos de cualquier proyecto en torno a un ideario marcado, nunca ha tocado metal como entrenador jefe. Ni siquiera finales.

Estas ideas, que tienen parte real y parte estereotípica, son las que viene a confrontar la llegada de Mike Brown al banquillo. Quien aterriza prácticamente como némesis de todo lo que representaba Thibodeau. Al menos, en un lado de la pista. «Queremos jugar rápido, espaciando la pista, con cierta cadencia a media cancha», pronunciaba el técnico como declaración de intenciones para la fase ofensiva del equipo. Principios que se sostienen en dos aspectos del juego: movimiento (con y sin balón) y ejecución exterior.

El cambio es obvio y así se hace eco en lo estadístico.

Comparativa entre los promedios de posesiones, pases y triples por partido de los New York Knicks de una temporada a otra.

Luchar contra el Brunson-sistema

Lo sencillo es centrar el análisis alrededor de la figura de Brunson, ya que es al jugador al que el sistema pretende descargar. Ni los Knicks ni Brown intentan que el base deje de ser su generador primario, sería un absurdo privarse de su mayor fuerte de e¡ventajas. Sí, que no inicie cada ataque y que, llegados instantes finales en partidos apretados, no sea el único recurso al que acudir a ese lado de la pista. Ante una temporada que promete hacer de las presiones altas tendencia, descargar al principal organizador del equipo es poco menos que una obligación. Más si cabe con el de los Knicks.

Brunson ha liderado la liga en los dos últimos años en tiempo con el balón en las manos. Viene de pasar 8,6 minutos por encuentro en posesión del esférico en ambos cursos. En este inicio, esa cifra ha descendido a los 7,9. Lo cual le sigue manteniendo en el top 5 de amasadores, pero supone un paso adelante. El base continúa teniendo un porcentaje de uso muy alto (por encima del 30% de las posesiones de los Knicks acaban en tiro, asistencia o pérdida suya). Donde se halla la diferencia es en cómo llega al momento de la ejecución.

Mikal Bridges está recuperando responsabilidades con balón que demostró en Brooklyn y de las que no gozó del todo el curso pasado. Y, sobre todo, el equipo está confiando mucho más en sistemas que otorgan una primera ventaja en los primeros segundos de la posesión para que la toma de decisiones y el movimiento sin balón de los jugadores haga el resto. Lanzar triples es importante para generar espacios ofensivos, pero la idea es que esos triples lleguen de un buen movimiento de balón y no ‘porque sí’.

De nuevo, centrarse en Brunson regala muchas pistas sobre las intenciones de los Knicks. Y el base ha pasado de intentar 1,9 a 5 triples en catch-and-shoot en este inicio de temporada anotando por encima del 41% en ellos. Una posesión, aunque acabe en fallo, basta para explicarlo:

¿No os recuerda ligeramente al estilo que Mike Brown mamó durante años en los Golden State Warriors? La posesión lo tiene todo, exceptuando la canasta final. Cuatro jugadores capaces de manejar el balón en cancha, tres inician en lado fuerte para aclararle el pick-and-roll a Brunson en el débil. Divide la defensa rechazando el bloqueo como tanto le gusta, Mikal Bridges se cruza en su trayectoria de fondo y vuelve a girar a la defensa para que, tras otra penetración, un bloqueo de Hukporti y un corte de Josh Hart en lado débil dejen a Brunson completamente solo en la esquina.

Bingo. No es funcionar al margen de Brunson, sino integrarle en el esquema de pases para retroalimentarse de las ventajas que genera.

El sueño de Mike Brown

En realidad, el partido de anoche ante los Milwaukee Bucks sirve de ejemplo de muchas cosas. Y todas las buenas que puede aportar Mike Brown a un equipo que ya fue élite ofensiva el pasado curso (5º mejor ataque del curso), se encuentran en un segundo cuarto de 45 puntos que se quedan a 4 tantos del récord histórico del equipo.

Aunque el acierto alimente al juego, lo que necesita Mike Brown es que el juego haga lo propio con el acierto. Por eso el segundo cuarto de anoche va más allá del 8 de 10 en triples, el 15 de 19 en tiros de campo, las 10 asistencias repartidas y la proyección de 104 posesiones por partido o el 173 de offensive rating. Por ser la encarnación de un ideal.

Un ideal que, dicho sea de paso, se diluye por completo en la segunda mitad del encuentro. Donde también se pueden vislumbrar los problemas que vaya a encontrar el equipo durante la temporada.

La presencia de Karl-Anthony Towns en cancha es vital para plasmar la idea deBrown. De hecho, aunque haya anunciado a golpe y platillo que su plan pasa por iniciar con KAT junto a Mitchell Robinson cuando este esté sano, es evidente que tiene un arma devastadora en las alineaciones donde Towns parte como interior único. Sin embargo, ese flujo de juego corre el riesgo de quitarle protagonismo al dominicano.

Su mera presencia ensancha el campo y su capacidad de echar el balón al suelo, ser agresivo y doblar el balón dota al resto de espacios. Pero en el fragor de la batalla, acabó la primera parte con solo un tiro intentado, haciendo las veces de posibilitador y conector para sus compañeros. Y el equipo, sintiéndose en deuda con él, decide ejecutar las primeras jugadas de la segunda parte con varios aclarados para Towns que primero Giannis Antetokounmpo y después Kyle Kuzma detienen sin demasiada dificultad, provocando la obcecación del de los Knicks (1 de 11 en la segunda parte) y frenando en seco ese dinamismo ofensivo que abanderó el segundo cuarto. Lo cual, entre otras cosas, acaba explicando la derrota final.

Abordar la figura de KAT y su papel en el equipo es muy relevante porque el juego no está pasando demasiado por él. Y, cuando lo hace, es a costa de dejar el resto a un lado. Darle tareas como distribuidor desde el poste, alimentar sus continuaciones hacia afuera o dotarle de algún balón en vuelo para involucrarle en el ataque será crucial, pues el techo del equipo no existe sin él.

El otro problema individual del equipo puede estar en Josh Hart. Al que las molestias en la lumbar le están impidiendo arrancar al galope o protagonizar esfuerzos repetidos como es típico en él. Lo preocupante está en cómo volver a partir desde el banquillo puede afectar a la confianza de un jugador esencial en conectar el resto de piezas. Él ya ha reiterado que hará lo que el equipo necesite, pero las palabras no dictan lo que el cuerpo traduce.

Tener las ideas claras no siempre es un indicador de éxito. El equipo sabe de sobra que el segundo cuarto de anoche es la ruta a seguir, pero en una carrera de fondo como es la temporada regular, hay que invertir a largo plazo en asuntos como el de Towns. Y es sobre todo por cosas como esta (y el siempre presente asterisco defensivo que supone la pareja Brunson-Towns) que el ideal de Brown es un trabajo en proceso que se refleja en el tempranero 2-2 del equipo. Dependerá de cada uno si tener o no paciencia con él y echar de menos a Thibodeau en mayor o menor medida.

(Fotografía de portada de Brad Penner-Imagn Images)

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