Hace apenas una semana, Russell Westbrook contestaba por enésima vez a las críticas que se ciernen sobre su monstruosa producción numérica. El motivo esta vez había sido la docena de triples-dobles que el base llevaba en el mes de abril, lo que suponía superar el récord de los once que sumó Wilt Chamberlain en marzo de 1968. Desde entonces Westbrook ha sumado unos cuantos más, alcanzando los 179 y situándose a solo dos de igualar al líder histórico de estos, Oscar Robertson. En el debate sobre el polarizador base de Washington, la leyenda está claramente de su lado. «Es absurdo que le critiquen por no tener un anillo».
Robertson se siente reflejado en el estigma que carga Westbrook por no haber salido campeón. «Sucede a menudo con grandes jugadores de baloncesto como Westbrook o yo. Estuve en Cincinnati muchos años pero no pudimos hacer los traspasos correctos. Si miras a la historia del baloncesto todos los grandes equipos lo son gracias a fichajes claves» contaba en su charla con Marc Stein para The New York Times.
El capote del mito sobre su inmediato perseguidor en la lista de triples-dobles logrados no terminaba ahí, sino que alentaba a su inminente sucesor a seguir su camino. «Espero que lo entienda. Los jugadores no pueden ganar títulos ellos solos». Robertson habla desde la voz de la experiencia de un jugador estadísticamente histórico, pero cuya figura no estuvo completamente reconocida hasta levantar el anillo de 1971 ya en los Milwaukee Bucks y junto a Kareem Abdul-Jabbar.
La diferencia es que Westbrook sí ha formado parte de un gran equipo, en el que acompañaba a uno de los mejores jugadores de todos los tiempos. A su unión con Kevin Durant en Oklahoma solo la separaron de la gloria unos cuantos balones cayendo a su lado del tejado. Pero el hecho es que rozar la victoria, más que aligerar la carga sobre su espalda, introduce más piedras en su mochila de críticas mediáticas.
(Fotografía de portada de J Pat Carter/Getty Images)