Como la NBA mejor habría rezado, el entorno de la liga recita en las últimas semanas una realidad evidente en los Indiana Pacers: Paul George vuelve a ser una estrella. Olvidados sus días con una rotura de tibia a cuestas, el argumento verdadero no es que el alero de Indiana haya recordado sus mejores argumentos, sino que los ha renovado hasta ser mejores que nunca.
Dicha afirmación puede hacerse con datos en la mano. En los doce encuentros esta temporada de quien un día llegara a amenazar el trono de LeBron James en el Este, ha anotado más que nunca (25,3 puntos por noche), rebotea como ningún precedente en su carrera (8,6 capturas) y asiste como el base puro de su equipo (4,7 asistencias).
Todos ellos son picos que George nunca había soltado tan al alza desde que llegase a la NBA en 2010. Además de su año fetiche en los tres principales nichos del juego, el líder de Indiana presenta el porcentaje de triples más alto de su carrera –42,7 por ciento– y solo apuntó mejor en tiros de campo en su año rookie –este curso lleva 44,2–.
Importancia ‘in crescendo’
El ofensive rating (estimación de los puntos que produce cada 100 posesiones) también hace cima este año, con un valor de 110 tantos. También su ratio +/- (6,3) es por mucho el mejor de sus días como ‘pacer’.
A la fuerza, este año George tiene que entrar más en erupción que nunca y en todos los rincones del juego, dada la marcha de referentes como David West o Roy Hibbert en los Pacers.
Por todo ello, lo más preciso no es aseverar que Paul George ha vuelto, sino que está explotando con un calibre desconocido hasta ahora.