Gordon Hayward es All-Star, Rudy Gobert protege el aro como casi nadie y con George Hill han encontrado un seguro que no tenían; pero si hay un jugador que marca diferencias con su presencia, pese a no acaparar highlights, ese es Rodney Hood.
De la escuela de esos zurdos que gusta ver tirar –a lo Chris Mullin, Tony Kukoc o Michael Redd– este chico formado Duke para por ser ese factor silencioso que sin ser jugador franquicia te gana partidos como segunda o tercera opción, esa muñeca que no tiembla ante el último tiro.
Pero Hood es más que un anotador, es un elemento que ayuda a que todo el engranaje Jazz funcione mejor. Este año, cuando Utah no ha podido contar con él se ha quedado en un récord de 9-10. Cuando se ha puesto el uniforme la historia cambia tanto como la estadística, que en el balance global pasa a 31-14.
Las buenas noches de Hood tienen repercusión directa en el resultado. En las victorias promedia 14,2 puntos y en las derrotas no pasa de 12,9. Por ello, Quin Snyder, su entrenador, no tiene reparos en decir: «Le hemos echado de menos».
«Le necesitamos. Le hemos echado de menos. Es un arma que sumamos. Obviamente el dolor en la rodilla es algo con lo que ha luchado durante un tiempo. Y siempre tenemos eso presente porque queremos seguir contando con él. Le necesitamos sano», expresa a Salt Lake Tribune.
Cautela ante todo
En Utah se tembló cuando el 14 de enero la rodilla de Hood pudo poner fin a su temporada. Al final, por suerte, todo quedó en un susto y el jugador ha podido ir entrando en el equipo poco a poco. Pese a ello, los Jazz, con la presencia en playoffs casi asegurada, saben que el objetivo es llegar sanos a ese momento, por lo que partidos como el último disputado ante Pelicans, segundo de un back-to-back, se optó por limitar sus minutos. Cautela ante todo.