Spoelstra quiere al Derrick Williams de la universidad

No vamos a entrar en si Derrick Williams tuvo o no tuvo que ser número dos del draft —aunque está claro que no tuvo que serlo—. Pero sí vamos a prestar atención a cuáles fueron aquellas cualidades que, en su momento, hace cinco años, convencieron a todos los creadores de mock draft, y a los Minnesota Timberwolves en última instancia, de que él y no otro era la mejor elección de su generación tras Kyrie Irving.

Aún lo recordamos, o al menos yo: sus primeros flashes junto a Ricky Rubio. No eran un equipo ganador; más bien todo lo contrario. Pero sí era un equipo espectacular de ver. D-Will era un dron. Volaba por los aires sin alergia a las alturas, a las caídas ni a rivales más altos que él. El español lo sabía, y su conexión en forma de alley-ops se convirtió en un clásico en cada salida a escena lobuna. Pero ahí se quedó la cosa.

D-Will provenía también con una más que decente muñeca desde la línea de tres (57% en su segundo año en la universidad). Pero el motivo real y diferenciador por el que la franquicia de Minneapolis apostó fuerte por él, fue su agresividad. Su capacidad de atacar el aro, su verticalidad en las inmediaciones de la pintura y su inexistente timidez al poste.

Pero Derrick empezó a acomodarse. Perdió su esencia. Demasiado pronto para ser un crío. Puso su ambición a régimen y renunció a comerse el mundo. Sus highlights se redujeron, y esas acciones que te hacen saltar de la silla se hicieron bisiestas. Timberwolves, Kings, New York, y ahora Miami. Trotamundos por imposición.

Volviendo a su esencia

Hubo algunas caras sombrías cuando Phil Jackson optó por no invertir en ese jugador que había dado cierto aire a la segunda unidad de los Knicks. D-Will parecía que había llegado a la Big Apple con ganas de agradar. Con ganas de demostrar quien fue, quien es todavía. Sus saltos volvieron a hacernos saltar, y sus mates resonaron con virulencia en el Madison.

Erik Spoelstra ahora tendrá su oportunidad. Esa que separa a los oportunistas de los grandes entrenadores. Williams tiene el talento. Sólo necesita un buen timón que lo haga navegar a favor de corriente.

Y es hay pocas cosas peores que un especialista que no lo es; y D-Will ha dejado claro que la línea de tres (ya) no es lo suyo, por más que se empeñe. El curso pasado disparó con un 29,3% de acierto —el séptimo peor de los 161 jugadores que intentaron al menos 150 lanzamientos—.

«Con nosotros deberá ser agresivo con su capacidad para atacar la pintura e ir a la línea de personal», comentaba Spoelstra hace unos días al Miami Herald. «Le pondremos en situaciones en las que pueda moverse casi por cualquier zona de la cancha, como hacía en la universidad. Tú no sabías en que posición jugaba en Arizona. Sólo sabías que era un jugador de baloncesto. Él puede ejercer de base hasta jugar de ‘4’. Sabe manejar la pelota, moverse sin ella, jugar al poste y hacer muchas otras cosas diferentes. Muchas veces, con jugadores jóvenes como Derrick Williams consiste en encontrar el sistema más adecuado, el lugar adecuado y el momento adecuado en su carrera».

La temporada pasada, Williams promedió 9,3 puntos y 3,7 rebotes en 17,9 minutos con la camiseta de los Knicks.


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