El deporte tiene estas benditas cosas. A veces damos por sentado realidades que solo son tal en un determinado contexto, lo cual nos aleja inexorablemente fuera de otras muchas –la mayoría–, que hacen de esa normalidad algo extraordinario. Eso es justo lo que ha ocurrido con Sudán del Sur, un país del África septentrional que estará representado por primera vez en los Juegos Olímpicos con su equipo de baloncesto.
No ha sido casualidad. Luol Deng, quien nació en la mencionada nación antes de migrar con su familia a Inglaterra cuando aún era un niño y acabó jugando en la NBA, se hizo cargo del programa de baloncesto hace algo más de tres años –llegando a financiarlo en gran medida personalmente–, con el objetivo de reclutar jugadores con ascendencia sursudanesa.
Su labor ha dado sus frutos hasta convertirse en una de las mayores hazañas de Sudán del Sur. Sumó para la causa al ex jugador de la NBA y viejo amigo Royal Ivey como head coach y trabajó para dar forma a una plantilla que incluye a jugadores como Wenyen Gabriel (lleva cuatro años en la NBA) o Nuni Omot (disputó el curso pasado la G League). Son solo dos ejemplos de un grupo formado por chicos que se vieron obligados a abandonar su país y que en muchos casos han sido refugiados.
Con ellos han logrado primero meterse en el Mundial, donde han terminado con un fantástico balance de 3-2, y finalmente clasificarse para los Juegos Olímpicos de París al derrotar a Angola en el partido decisivo por un contundente 101-78. Al concluir tal choque las lágrimas y los abrazos corrieron entre los jugadores mientras varias docenas de aficionados ondeaban la bandera del joven país, ya que fue en 2011 cuando se separaron Sudán y Sudán del Sur. Así lo celebraron. No es para menos.
«Ha sido un viaje lleno de humildad. He pasado por dolores de cabeza y otras cosas complicadas; sin duda, en este momento tengo un sentimiento inexplicable. Hace un año estábamos entrenando al aire libre con águilas sobrevolándonos en canchas que estaban inundadas. Me gusta recordar que venimos de ahí para jugar frente a estos aficionados en Filipinas. Estoy en una nube en este momento», comenta Ivey, entrenador del equipo.
Así se cierra por ahora una historia de película, una que eleva el deporte a otro nivel y que saca una sonrisa cómplice a propios y extraños. Sudán del Sur ha conseguido lo inimaginable: conseguir billete para París.
(Fotografía de Yong Teck Lim/Getty Images)