Ayer los Minnesota Timberwolves pusieron fin, por obra y gracia de los Dallas Mavericks, a la quizás más exitosa campaña de su historia. Es cierto que en 2004 ganaron más partidos de liga regular y arañaron dos victorias en finales de conferencia, pero en aquella ocasión no derrocaron al vigente campeón por el camino. Sea como fuere, la juventud de su líder y estrella, así como de pilares como Karl-Anthony Towns o Jaden McDaniels hacen pensar en esta campaña como el inicio de algo grande. Pero las circunstancias de la franquicia podrían dar al traste con este optimismo.
Como ya se ha apuntado decenas de veces, los Wolves viven una situación institucional tremendamente delicada desde que Glen Taylor denegó la venta de la franquicia a Marc Lore y Alex Rodriguez. El todavía propietario de la organización aludió retrasos en los pagos acordados en 2021 por un total de 1.500 millones de dólares en tres grandes plazos. Este encontronazo está pendiente de arbitraje y pone en vilo la continuidad del arquitecto del equipo: Tim Connely.
El presidente de operaciones llegó en 2022 como primera gran apuesta de Lore y Rodriguez. Pero tener que renunciar a lo primeramente acordado (una porción de acciones de la franquicia) le llevó a introducir una cláusula de salida unilateral este verano. En los próximos días Taylor se reunirá con Connely para discutir su continuidad. Todo ello sin conocer cuál será el desenlace sobre la propiedad de los Wolves en el futuro inmediato.
(Fotografía de portada de Tim Heitman/Getty Images)