Una cuestión es sostener en una emisora de radio que te has reformado, que el verano ha hecho de ti una mentalidad modélica y pulcra, y otra muy distinta es demostrar ese nuevo credo a la hora de la verdad; cuando por tu cabeza surca la inflamable chispa de la competición.
Algo parecido parece haberle ocurrido a Joel Embiid, pívot de los Philadelphia 76ers. El jugador natural de Camerún ha asegurado recientemente que se han terminado sus escarceos con el trash talking sobre la pista. Oír para creer.
«No voy a hacerlo más. Supuestamente. Puede ser. He terminado con todo eso. Eso es lo que digo ahora, pero habrá que ver si puedo cumplirlo», compartió Embiid en declaraciones para The Lowe Post, el podcast que conduce el periodista Zach Lowe.
Él mismo es consciente de lo juguetón que se pone su cerebro durante el fuego real y por eso subraya la parte de «a ver si puedo cumplirlo…». El 99 por ciento de nosotros apostaríamos negativamente si hubiera dinero de por medio en este caso, pero apliquemos la presunción de inocencia en Embiid para iniciar la temporada. Quién sabe, quizá pueda tener razón.
Aunque no hay que olvidar que el juego psicológico es parte esencial de las artes de Joel Embiid. Cómo se mete en la mente de sus rivales, tantea lo que les saca de quicio y lo usa para quebrar los nervios de sus oponentes. Esa es también su manera de ganar en los emparejamientos. Así que resulta difícil de creer que vaya a renunciar a esa parte de su arsenal, la verdad.
Embiid también ha asegurado antes de comenzar la temporada que posee el MVP entre sus pensamientos. Además de la gloria y penitencia individual que pretende hacernos creer, el jugador de los 76ers tiene ante sí una ocasión dorada para colocar a su equipo en lo más alto de la NBA. Los refuerzos de Josh Richardson y Al Horford podrían elevar a Philadelphia al nivel que no consiguió compartiendo duchas con Jimmy Butler.
(Fotografía de portada: Elsa/Getty Images)