El aumento del tope salarial dibuja una peligrosa tendencia paralela al del capitalismo posmoderno. Ese teorema esposado a un rezo dogmático: el crecimiento por el crecimiento, es la única manera de crecer. Efectivamente. Me redundo en la palabra crecer. Como ella en sí misma en este proceso de imparable voracidad salarial.
En el presente ejercicio, el tope económico en materia de contratos la normativa lo fijó en 94,1 millones de dólares. Para el curso que viene, es decir, el 2017-18, éste se incrementará a los 103. Y en esta curva ascendente que no descansa, veremos como en 2020 la bóveda salarial se instala en los 120 millones de dólares. Así lo ha informado a los agentes de los jugadores la Asociación Nacional de Jugadores de Baloncesto y ha difundido Shams Charania, de Yahoo! Sports.
En la última evaluación se había calculado que éste rondaría los 118 millones. Por lo que por ahora ya son dos más. Veremos si ésta termina siendo la cifra definitiva.
Techos renovados
El convenio colectivo entre jugadores y liga por fin ha llegado a buen puerto. Los detalles numéricos irán cobrando forma hasta sellarse definitivamente el próximo mes de enero. Se entiende que de ratificarse en estos términos, el impuesto de lujo se iría hasta los 143 millones —mother mine—.
Esto daría jugar a unos contratos máximos de 42 millones para los jugadores de primer nivel en esta escala, 36 para para los del segundo y de 30 para los del tercer escalafón.
El contrato televisivo, desde luego, sigue dando sus frutos.