Diez años del «with the first pick» de Derrick Rose

Fue el mejor. El más espectacular. El más visual. El más acrobático. El único jugador franquicia capaz de discutirle a LeBron James el número 1. El MVP de 2011. Too big, too strong, too fast, too good. Hoy se cumplen diez años del comienzo de un ascenso meteórico y un largo y torticero despeño.

Las lesiones fueron minando nuestra esperanza, poco a poco, hasta dejarla delirando. Para algunos ha muerto incluso. Rose, aunque con la barra de habilidades cada vez más estrecha, más encogida, no se cansa de resucitar.

Ahora es otro. A veces dudo si es porque realmente no puede o porque se controla por encima de sus impulsos. Que haya dejado de reventar el aro no significa que sus gemelos ya no sean capaz de elevarlo lo suficiente para sacudirlo con brutal soltura.

Y en Minnesota, una vez más, lo ha vuelto a hacer. Otra vez con Thibodeau, qué cosas. Jeff Teague era el base titular. El que cobraba (y cobra) 19 millones por temporada. Tyus Jones, su primer suplente. Y sin embargo por momentos, por partidos, parecía que era Rose al que debíamos entregar sin paliativos la manija de un quinteto de playoffs. Otra vez él y Butler, como en los (no tan viejos) tiempos.

Su recta final de temporada ha sido un torbellino de aire fresco. Llegó a Minnesota cuando menos tenía que demostrar, cuando las expectativas eran menos que cero, cuando los Jazz lo habían cortado sin siquiera contemplar probarle… y le bastaron 9 partidos y 12,4 minutos de media para dejarnos 5,8 puntos, 1,2 asistencias y un extraño sabor dulce en la boca.

En playoffs, con el cadáver desatado, se nos disparaba la insulina por la sobredosis de azúcar. Hoodie Rose. En el vestuario de Butler, Wiggins, Towns y Crawford… él era el mejor del equipo. Barridos por los Rockets, cierto, pero el muerto salió mas vivo y reforzado que nunca. 14,2 puntos en 23,8 minutos. Quien tuvo, ríase usted de sus rodillas, retuvo.

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Sano y sin equipo

En octubre cumple ya los 30, y por ahora no tiene equipo. Al ex MVP, ropajes de escepticismo, no le crecen los rumores. Es una incógnita si seguirá en los Timberwolves o si hará las maletas rumbo a cualquier parte. Lo que está claro es que seguirá en la NBA. Hace apenas unos meses, hundido, derruido, la fragilidad se hizo fugazmente con él. Llegó a rumiar la retirada.

En abril, redimido, ahuyentó todos los fantasmas. «¿Que si quiero jugar de nuevo el próximo año? Sí. Creo que estoy lejos de haber terminado. Confío plenamente en mí mismo». También lanzo el correspondiente guiño a su último equipo, el cual lo rescató por el mínimo de veteranos. «Me encantaría estar de vuelta en Minnesota,  pero no depende de mí, si no de que la organización, la oficina y el cuerpo técnico vean que aún me queda mucho por hacer», sentenciaba entonces.

Rose: a día de hoy casi nadie cuenta con él. Pero él jamás ha dejado de contar consigo mismo.


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