Equipos NBA sin anillo: Indiana, los 90 y el incansable Reggie Miller

Un solo viaje a las Finales no desacredita a los Indiana Pacers como uno de los combinados más representativos de los 90. Quedaron muy cerca de estrenar bisutería oficial pero la contemporaneidad con Michael Jordan o un misil tierra-aire apellidado O’Neal mandaron sus mejores muestras a la lona.

Los Pacers de Reggie Miller migraron hasta cinco veces a las finales de la Conferencia Este desde el año 1994 hasta el 2000. Esa resultó la fase de máxima audiencia para un conjunto apeado antes del combate definitivo en cuatro de tales ocasiones.

No se hicieron inmortales a ojos de Larry O’Brien, pero sí se ganaron lugar dentro de los mejores grupos de hace dos décadas; sobre todo gracias a su producto estrella y héroe de culto, Miller The Killer.

El amanecer de los Pacers como organización se remonta a 1967. En tal cosecha cortaron el cordón de terciopelo de un equipo profesional en un estado en el que el baloncesto resulta ente de adoración. “En los otros 49 estados le llaman baloncesto, pero esto es Indiana”, suele presumir la población oriunda y expresa un cartel del Bankers Life Fieldhouse. No en vano, Indiana es estado natal de irrepetibles como Larry Bird, Oscar Robertson, Shawn Kemp, Glenn Robinson o Zach Randolph; auténticos amuletos (otros incluso más) en los equipos para los que actuaron.

Indiana siempre ha pecado de estado particular. Con, aproximadamente, un 85 por ciento de población de raza blanca según el censo estadounidense —porcentaje muy superior a la mayoría de autogobiernos del país—, los Pacers dieron sus primeros pasos en la extinta ABA.

Hasta llegaron a levantar los títulos de 1970, 72 y 73 bajo la dirección del mítico entrenador Slick Leonard. Resultaron una de las entidades punteras de la vanguardista competición, con cinco Finales disputadas en sus ocho primeros ejercicios de vida.

Junto con Spurs, Nets y Nuggets, los Pacers conformaron el material superviviente tras la unión de la ABA con la NBA, en 1976. Con el nuevo tablero la organización vivió sus peores días: solo dos apariciones en playoffs en 13 temporadas. Además, esas tímidas incursiones fueron apagadas a las primeras de cambio, en primera ronda y por la vía más veloz.

Auténtico desierto para una organización acostumbrada a recordar ceremonias de coronación. Así fue hasta que la providencia escuchó los desabastecidos ruegos de Indiana. A partir del draft de 1987, la nueva realidad admitió un verdadero vuelco de circunstancias.

Llegó Reggie Miller

En aquella ceremonia, los Pacers se las ingeniaron para seleccionar al que resultaría mesías particular durante casi las dos siguientes décadas.

Jordan había colocado de moda a los escoltas dentro de franquicias en vías de desarrollo. Ya no solo se observaba con derramamiento oral a los grandes pívots del lugar. Por ello, en Indiana sabían que tocaba elegir un guard anotador que capitaneara la siguiente generación.

El favorito para la opinión pública local era Steve Alford, héroe de la Universidad de Indiana. No obstante, los Pacers provocaron pataleta general con la elección de Reggie Miller (puesto 11º), un joven de UCLA que había completado dos últimos años colegiales a un nivel ofensivo altísimo. Sería el gran robo de aquel draft, pero antes de llegar a profesional, su vida había resultado de lo más cinematográfica.


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