Atlanta 96: el equipo olímpico que preparó el camino para la WNBA

1997. Femenino y profesional son conceptos antónimos en EEUU. El país del baloncesto no cuenta con una competición donde las jugadoras universitarias puedan continuar su carrera. Muchas se van a jugar a Europa. Otras se retiran. En el páramo, la NBA decide apoyar la creación de una nueva liga: la WNBA, su contraparte femenina. Es la explosión de una bomba cuya mecha había prendido cuatro años antes, en Barcelona.

1992. USA Basketball tiene un agravio que solventar: la derrota en semifinales de Barcelona 92 de su equipo femenino. Comienza para ello un proceso de un año y medio para llevar su particular Dream Team a los Juegos Olímpicos de Atlanta 96. Es la forja de un equipo histórico, para muchos el mejor de la historia del básket femenino, que puso este deporte en las primeras páginas de los diarios norteamericanos.

2021. Hace dos días, el 10 de julio, se inició el parón olímpico en la 25ª temporada de la WNBA, el exitoso proyecto que nació al rebufo del oro en Atlanta 96 de las Lisa Leslie, Sheryl Swoopes y Katrina McClain. Un conjunto que arrasó con todos sus contendientes, marcando un antes y un después en la historia del baloncesto. Un éxito tras el cual ningún otro país levantaría un oro olímpico. Tras el que femenino y profesional no volverían a ser antónimos en el baloncesto estadounidense. El prólogo al nacimiento de la WNBA. El ayer sin el que es imposible entender el hoy.

La decepción y la conjura

Barcelona 92 fue un sonoro batacazo para el equipo femenino de EEUU. Después de haberse llevado la plata en los primeros Juegos en los que las mujeres pudieron competir en baloncesto —Montreal 76— y del boicot a los de Moscú 80, la selección norteamericana había encadenado dos oros consecutivos: Los Ángeles 84 y Seúl 88. Pero en Barcelona llegó la decepción: derrota por 73-79 en semifinales, ante el equipo unificado de la antigua Unión Soviética. El bronce se repitió en el Mundial de 1994. Fue un aviso: la falta de profesionalización respecto a otros países, el machismo que la mantenía, era demasiado lastre. Se necesitaba un cambio.

USA Basketball inició en octubre 1995 su particular conjura. La meta era doble. Una, el primer escalón del podio en Atlanta 96, sus juegos. La otra, potenciar la popularidad del básket femenino en el país. Tara VanDerveer, entrenadora de la Universidad de Stanford, se tomó un año sabático para dirigir el proyecto. Se reunió a las mejores jugadoras del país. Y a razón de 50 000 dólares por un año de gira para cada una de ellas, comenzó una epopeya de 52 partidos amistosos por todo el mundo antes de llegar al verano de 1996, el de los Juegos.

La lista de la plantilla sirve como repaso a las mejores jugadoras de la época, nombres que acabaron por marcar la memoria del aficionado en Atlanta. Que lo harían, luego, en la WNBA que se crearía a estela de los JJOO. Lisa Leslie, Dawn Staley, Sheryl Swoopes, Teresa Edwards, Rebecca Lobo. El plan solo podía ser un éxito.

La gira

Las 11 jugadoras del futuro Dream Team fueron anunciadas un 25 de mayo de 1995 en Colorado Springs, donde se habían celebrado una serie de entrenamientos preparatorios. El grupo se volvió a reunir el 2 de octubre de ese mismo año para iniciar una gira mundial, al más puro estilo una megabanda de rock. 52 partidos, más de 160 000 kilómetros, seis países, un final por todo lo alto en casa. Había que convertir a las jugadoras en estrellas.

El Team USA se enfrentó a los principales conjuntos universitarios de EEUU en la primera fase de la gira. Fue una forma de calibrar el nivel que podía alcanzar un conjunto profesional femenino, también una muestra al gran público de su potencial. 21 partidos, 21 victorias, una media de 45,2 puntos de diferencia en cada encuentro. Otra pista: la máxima anotadora fue Lisa Leslie, con 17 puntos por partido, futura estrella del básket internacional.

Tras el éxito en casa llegó la gira por el extranjero. Rusia, Ucrania, China, vuelta a EEUU, torneo preolímpico en Australia, viaje a Canadá, y de nuevo Estados Unidos. Fueron 31 partidos más, para un total de 52. El récord final: 52 victorias, 0 derrotas. Entre bambalinas, apoyando un proyecto que rezumaba éxito, ya estaba la NBA. La liga había visto en el Team USA el caballo perfecto en el que cabalgar su asalto al básket femenino. Los factores comenzaban a sumarse.

El campeonato

Después de las decepciones de los anteriores juegos, el equipo no dejó espacio para las dudas en Atlanta 96. La fase preliminar vio cómo las jugadoras de EEUU mantuvieron su racha triunfal: 5 victorias, un diferencial de +168. Luego, triunfo por 15 puntos ante Japón en cuartos de final. Por 22 frente a Australia en semifinales. Y en la final, la apoteosis: 111-87 ante Brasil, la otra invicta del torneo. En las gradas del Georgia Dome de Atlanta, 32 987 aficionados, enganchados al cénit del básket femenino en EEUU.

Son muchos los récords que hablan del impacto de aquella selección. Un periplo de 60-0 desde el día en el que se conjuraron en Colorado Springs. El combinado olímpico estadounidense con un mayor promedio de puntos (102,4), número de puntos totales (819) y asistencias (207). La primera presea en un récord que llega hasta hoy, con seis oros consecutivos.

Pero más allá de los números quedó la estela.

El ejemplo y el rebufo

El 28 de abril de 1997, buscando aprovechar el éxito de la selección femenina en Atlanta 96, la WNBA celebró su draft inaugural. Las tres primeras jugadoras que firmaron por la nueva liga habían marcado el devenir de aquel equipo olímpico: Sheryl Swoopes, Lisa Leslie, Rebecca Lobo. No estaba claro por aquel entonces si la liga tenía futuro, si no sería otro intento más en vano de profesionalizar el baloncesto femenino. Pero lo tuvo. Solo entre Swoopes y Leslie acabarían coleccionando siete MVPs y seis anillos de la WNBA.

Atlanta 96 y esa WNBA de 1997 fueron el primer espejo en el que muchas pudieron identificarse. “Estaba en el sofá y escuché lo de que habían iniciado esa nueva liga […], salí a la calle y empecé a tirar a canasta; ya no tenía que creer que jugaba en la NBA, podía creer que jugaba en la WNBA”, le dijo a Associated Press en 2016 Candace Parker, actual estrella de las Chicago Sky.  Algo parecido a lo que explicó Tamika Catchings, exjugadora y MVP de la liga en 2011: “Atlanta 96 fue la primera vez que vi a jugadoras como Lisa Leslie, Dawn Staley y Sheryl Swoopes; gente como la que quería ser; jugadoras de baloncesto profesionales en las que fijarse”.

25 años después y a las puertas de un nuevo torneo olímpico, la WNBA vive una realidad cada vez más consolidada. Cuenta con un perfil propio, comprometido. Su lucha la ha llevado en los últimos tiempos a conseguir mejores salarios, más igualdad. A que cada niña que decida jugar al básket pueda tener un referente, a diferencia de hace un cuarto de siglo. A hacer que profesional y femenino ya no sean antónimos en el baloncesto de EEUU.

En Tokio 2020 pero en 2021, lideradas por unas Sue Bird y Diana Taurasi que buscan su quinto oro, el Team USA quiere permanecer en el primer cajón del podio, al que se subió allá en 1996. Del que ya no ha bajado. La entrenadora es hoy Dawn Staley. Precisamente una de aquellas pioneras que fueron seleccionadas un 25 de mayo de 1995 en Colorado Springs. El día del conjuro que allanó el camino para la WNBA.

(Fotografía de portada de Rick Stewart /Allsport)


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