Transición y desarrollo en los Boston Celtics de Brad Stevens

Para un equipo que, una vez encontrado su núcleo en los Jays, pretende sostener una capacidad perenne para asaltar el campeonato, es duro ver pasar un año que no deja ninguna noticia positiva. Y precisamente eso ha sido esta temporada en Boston. Seis meses que quieres que pasen rápido y al final de los cuales no puedes rescatar casi nada. Los Celtics no están en el mismo punto que antes de comenzar este pasado curso, están varios pasos por detrás.

El 50% que marcó su balance de victorias/derrotas al término de la regular no refleja la desidia vivida por un conjunto que, por momentos, no parecía tener cabeza. Han sido un equipo de discurrir anodino y con nulo plan de juego más allá de depender de la genialidad individual de sus grandes jugadores. Porque los tiene. Pero ya contaba con ellos en temporadas anteriores donde, obviando el resultado final, estaban rodeados de un entorno de rostro reconocible.

Dicha desidia comienza por una pobre planificación de plantilla. Una que ha confiado demasiado en jóvenes recién llegados a la liga o en rendimientos desorbitados de jugadores que no han demostrado poder sostenerlos en el tiempo. Por muy buena pinta que tengan Nesmith, Williams III o Pritchard, no son jugadores con la entidad suficiente para sostener el esqueleto que debe rodear a Tatum y Brown.


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