Con las plantillas de cada equipo ya definidas casi en su totalidad, cabe echar un vistazo a cada una de ellas repasando qué han hecho bien y mal en los últimos mercados. La ingeniería salarial es uno de los términos de moda en la NBA reciente, con los contratos de las estrellas cada vez más al alza y la necesidad de hacer espacio para ellos, de modo que una decisión correcta en el momento adecuado puede cambiar el futuro de una franquicia.
A continuación, repasaremos cuáles son los mejores y peores contratos en vigor de cada equipo del Oeste, siempre teniendo en cuenta que prácticamente todos ellos pueden revertirse y que nada de lo escrito abajo debe tomarse como juicios categóricos labrados en mármol. Al fin y al cabo, Chris Paul era considerado uno de los jugadores con peor contrato cuando salió de Houston y ya vimos cómo cambió la cosa.
Antes de nada, cabe matizar ciertas cosas. La primera de ellas es que no se han tenido en cuenta los contratos fijados por la rookie scale, que podrían prácticamente monopolizar la lista de los mejores, y la segunda es que la mención a un jugador no supone la afirmación asertiva de que su contrato es maravilloso o desastroso. En equipos que hayan hecho las cosas muy bien, el peor contrato no será necesariamente malo, mientras que en otros con varias decisiones cuestionables el mejor contrato podría simplemente ser el más salvable. Dicho esto, vamos allá.
Dallas Mavericks
Mejor: Dorian Finney-Smith. El contrato de 4 millones anuales que firmó en su momento se antojaba como un gran negocio para los Mavs y no ha dejado de mejorar con el paso de los años. El alero es una de las piezas clave del equipo y parece crecer cada año, lo que seguramente le lleve a una renovación mucho más cuantiosa el próximo verano.
Peor: Kristaps Porzingis. El tiempo pasa y el letón sigue sin rendir en Dallas al nivel que se esperaba cuando se le renovó por el máximo. Su talento sale a relucir en ocasiones aisladas, pero es mucho más frecuente la sensación de que podría dar mucho más. Veremos si Kidd logra hacerle encajar de forma que pueda justificar mejor su actual salario.
Denver Nuggets
Mejor: Monte Morris. Fiable como el que más en la segunda unidad y preparado para asumir galones cuando es necesario, como ya demostró en los pasados playoffs. Un jugador que es un lujo a cambio de 8 millones. Mención especial también para P.J. Dozier y sus 1,9 millones no garantizados.
Peor: Will Barton. Sin ser un mal contrato y tratándose de un jugador con un buen rendimiento, la suya parece la posición más mejorable del quinteto de Malone. Quizás como sexto hombre podría explotar algo mejor sus cualidades, pero en cualquier caso su renovación por 15 millones anuales es un tanto cuestionable.
Golden State Warriors
Mejor: Draymond Green. Sus 24 millones de dólares no son precisamente una ganga, pero sí son menos de lo que un hombre de su importancia podría llegar a merecer. El ala-pívot ha sido muchas veces menospreciado por haber estado rodeado de estrellas de tantísimo talento, pero es sin duda fundamental en cualquier intento de los Warriors de aspirar a algo.
Peor: Andrew Wiggins. Lo cierto es que desde su llegada a San Francisco, ya sin un rol tan protagonista, ha rendido bien y ha hecho que el suyo deje de ser el paradigma de mal contrato. Sin embargo, no es la superestrella que los Wolves pensaban que sería cuando firmó su renovación, que le reportará 31,5 millones este curso, y de ahí que ocupe este puesto.
Houston Rockets
Mejor: Christian Wood. Ahora mismo hay pocas dudas con respecto a que el pívot es el mejor jugador de los Rockets. Estos tienen el lujo de contar con su él por poco más de 13 millones anuales hasta 2023, momento en que ya les tocará rascarse el bolsillo.
Peor: John Wall. Justo hasta 2023 estará el base arrastrando la extensión que firmó en 2017, antes de que las lesiones atacasen. 44 millones cobrará este curso, un contrato de superestrella para un jugador que, aunque ha dejado buenas sensaciones en Houston, por desgracia ha perdido dicha consideración.
Los Angeles Clippers
Mejor: Serge Ibaka. Aunque los problemas físicos le hicieron ausentarse mucho tiempo el año pasado, no hay duda de que en condiciones normales sus 9 millones se le quedan cortos. Veremos si esta temporada logra volver a su 100% para demostrarlo.
Peor: Eric Bledsoe. Es una apuesta curiosa por parte de los Clippers, que buscaron el traspaso del base en un momento complicado para él a nivel de reputación y repercusión. Sus virtudes son sobradamente conocidas, pero también lo es su tendencia al caos y al desacierto en momentos importantes, lo que genera dudas sobre su capacidad para ser el base titular que los angelinos necesitan y que su contrato (70×4) acredita.
Los Angeles Lakers
Mejor: Malik Monk. Uno de esos jugadores irregulares al que parecen haberle pesado más sus picos bajos que los altos a la hora de negociar. El escolta tiene un enorme talento anotador, pero no es siempre capaz de sacarlo a relucir, lo que le ha hecho llegar a la franquicia angelina a cambio de apenas 1,7 millones. Sin duda, tiene potencial para ser una enorme ganga sumando puntos para la segunda unidad.
Peor: Russell Westbrook. Quizás salga bien y haya que rectificar los cientos de análisis que se han hecho al respecto, pero a priori la decisión de ficharle se antoja muy extraña. No parece ni mucho menos el fit ideal para el puesto de base, lo cual le pondrá difícil justificar su salario de 44 millones de dólares. Desde que entró en vigor dicho contrato super máximo (2018) ha cambiado de equipo cada temporada. ¿Logrará establecerse en L.A.?
Memphis Grizzlies
Mejor: Dillon Brooks. Su polivalencia a ambos lados de la cancha justifica más que sobradamente los 12 millones de dólares anuales que recibe. Ejemplo de lo bien que se han hecho las cosas en Memphis en los últimos años.
Peor: Steven Adams. Sin un contrato tan desorbitado como el anterior (cobró 27 millones la temporada pasada), ocupa este puesto ante la falta de contratos genuinamente malos de la plantilla. Siendo un jugador muy útil y que cumple a la perfección su rol, no es quizás el tipo de pívot en el que uno quiere invertir su dinero en la NBA actual.
Minnesota Timberwolves
Mejor: Malik Beasley. No es un chollo precisamente, pero en una NBA en la que a cada jugador que amaga con explotar se le tiran billetes a la cara haberle renovado en su día por 60 millones en cuatro años parece razonable. Si deja atrás sus problemas extradeportivos, los Wolves pueden tener a un jugador bastante interesante para varios años.
Peor: D’Angelo Russell. Cada vez más alejado de aquella temporada de All-Star en los Nets, lo cierto es que se hace un tanto difícil calibrar el estatus actual de Russell en la liga. Quizás en unos Timberwolves verdaderamente competitivos pueda volver a lucir como la estrella a la que apuntaba en su momento, pero de momento su llegada no ha supuesto ni mucho menos el impulso que cabía esperar.
New Orleans Pelicans
Mejor: Devonte’ Graham. Un claro caso de un jugador que podría haber firmado un contrato mucho mayor de haber salido a la agencia libre un años antes. Viene de una temporada un tanto gris, pero si recupera su versión del curso 19-20 no hay duda de el 47×4 que ha firmado es excelente para NOLA tanto a nivel salarial como de duración.
Peor: Josh Hart. La particular forma en que está estructurado su contrato hace que este no sea malo como tal, pero estamos ante otra plantilla plagada de contratos pequeños y cortos en la que nadie destaca especialmente para mal, y sus 12 millones anuales son de lo poco que chirría.
Oklahoma City Thunder
Mejor: Luguentz Dort. Una de las más gratas sorpresas salidas de la lista de undrafted. El escolta tuvo ya un enorme impacto en la temporada 19-20 y en la pasada dio muestras de ir a más, convirtiendo en una verdadera ganga su salario, que será inferior a dos millones hasta 2023.
Peor: Derrick Favors. Ningún integrante de la plantilla OKC llega a los 10 millones esta temporada, un alto porcentaje de jugadores están bajo contrato rookie, y todos tienen contratos cortos que no comprometen a la franquicia. De esta forma, el ex de los Jazz es el elegido un poco por descarte, sobre todo por contar con una player option que podría prolongar su estancia en OKC incluso si no funciona.
Phoenix Suns
Mejor: Jae Crowder. Un perfil de 3&D casi imprescindible en la NBA actual. Aun con sus altibajos, demostró la pasada campaña poder rendir muy por encima de lo sugieren los 9 millones que cobra.
Peor: Dario Saric. De nuevo, otro contrato que no es un desastre, pero en una franquicia que lleva un tiempo haciendo muy bien las cosas hay poco que señalar al margen del croata, con un salario de 9 millones hasta 2023 y no demasiado peso en la rotación. Es debatible si el contrato de Chris Paul, que llegará a los 39 años cobrando 30 millones, tiene potencial para ser más tóxico, pero tras los últimos playoffs era un jugador al que debían mantener a toda costa.
Portland Trail Blazers
Mejor: Damian Lillard. Ya que no hay contratos espectaculares en Portland, centrémonos en el del base, a quien tienen firmado hasta 2025. El hecho de seguir contando con él marca la diferencia entre ser un plantel competitivo o verse relegados a la reconstrucción, por lo que su mera continuidad es ya un éxito para la franquicia.
Peor: C.J. McCollum. Elección delicada pero debida a una simple cuestión. ¿Es el escolta un segundo espada para un contender? Su contrato, de 33,3 millones anuales de media hasta 2024, así lo sugiere, pero cada vez parecen existir más dudas al respecto. Cabe cuestionarse pues hasta qué punto su extensión está limitando las posibilidades de crecimiento de estos Blazers.
Sacramento Kings
Mejor: Richaun Holmes. No van sobrados los Kings de buenas noticias últimamente, pero el buen rendimiento del pívot desde su llegada es una de ellas. Su renovación por cuatro temporadas y 11,6 millones anuales, todo un éxito de la gerencia.
Peor: Harrison Barnes. En la Universidad de Agentes de Jugadores tienen colgados posters del representante de Barnes, y su jugada del verano de 2019 se estudia en cada asignatura. Desde 2016 cobrando más de 20 millones anuales. Su impacto en la pista no es ni mucho menos negativo, pero difícilmente justifica dicha inversión.
San Antonio Spurs
Mejor: Dejounte Murray. Prácticamente ningún contrato sorprende ni para bien ni para mal en los texanos, lo que lleva a la elección del base, cuyo 4×64 podría convertirse en un regalo si termina de explotar. Al menos los Spurs evitaron la actual tendencia de renovar a los jóvenes en función de su potencial más que de su nivel real.
Peor: Al-Farouq Aminu. Sin contratos problemáticos en la plantilla, no queda otra que decantarse cruelmente por el nigeriano, al que sus problemas físicos han impedido tener continuidad y volver a convertirse en el correoso defensor exterior que brilló en la temporada 18-19. Lo que parecía un chollo hace dos años ha acabado siendo lo contrario por culpa de la mala fortuna.
Utah Jazz
Mejor: Joe Ingles. De esos jugadores polivalentes que siempre da gusto tener en la plantilla. Pese a ocupar la posición de alero con gran eficacia (viene de firmar un 45% en triples), el australiano puede funcionar también de maravilla como playmaker, lo que hace de él un hombre muy completo cuyos 13 millones de dólares no reflejan su peso en el equipo.
Peor: Rudy Gobert. Vaya por delante que este contrato, por polémico que haya sido, no es tan malo como se ha comentado. El francés sigue siendo un jugador dominante desde la defensa y con un enorme impacto cada vez que pisa la pista, y ya está visto que los equipos de mercados pequeños muchas veces tienen que sobrepagar a sus estrellas para retenerlas. Los Jazz hicieron lo que tenían que hacer, lo cual no quita que sus 205 millones en cinco años sean una cifra astronómica no completamente acorde a su rendimiento.
(Fotografía de portada: Carmen Mandato/Getty Images)