Hubo un tiempo que se pensó que Jimmy Butler sería un buen jugador defensivo. Poco después, ya asentado en Chicago, apuntaba a un two-way player; es decir, podía defender a gran nivel, pero también aportar puntos. De ahí pasamos a ver cómo iba naciendo una estrella. Los Bulls le pidieron más (lesiones de Derrick Rose mediante) y él respondió como lo que es, un All-Star. Pero incluso en aquel momento, siendo ya élite de la NBA, muchos dudaban de que pudiese ser un líder. Sí, era muy bueno, pero le colgaban algo así como el cartel de ‘complemento del jugador franquicia’. Pues nada, también rompió esa barrera.
Butler lleva ahora tres años en Miami, y lo cierto es que ha dejado sin palabras a los más pocos detractores que podían quedarle. Tomó las riendas de un equipo que no hace tanto fue campeón y lo llevó directamente a las Finales de la burbuja de Orlando. Fue una actuación meteórica, una que para algunos aún era una excepción en su carrera. Erraron. Han pasado dos años y Butler está donde estaba; es decir, siendo el jefe de un equipo que no tiene otra meta que el anillo.
Chicago, Minnesota y Philadelphia le vieron (y dejaron) pasar –qué le pregunten a Joel Embiid–. En todos esos lugares fue gran parte de la suma. Formó parte de la mejor época de los Bulls del siglo XXI. Después ayudó a que los Timberwolves dejasen atrás más de una década sin playoffs. Estuvo en los 76ers que solo pudieron ser derrotados por los cuatro botes de gloria sobre el aro de Kawhi Leonard. Ahora es el alma y baloncesto de uno de los pocos equipos que pueden usar la palabra contender sin que le quede grande.
Sí, ese es el Jimmy Butler que hace horas ha eliminado a Philadelphia con 32 puntos. Es un jugador que no solo no se esconde, sino que asoma la cabeza para erguirla con orgullo y acabar contigo en el momento decisivo, cuando el balón quema, cuando los grandes crecen más allá de su propia estrella. Pero Butler no es un jugador del yo, sino del nosotros. Es feliz y se siente más que satisfecho por su nivel, pero no por ello obvia que la fuente de su inspiración no atañe únicamente a un trabajo personal, sino que se debe en gran medida a cómo compañeros y técnicos (y familia) han puesto la fe en sus manos.
«Creo que la confianza que mis compañeros de equipo y entrenadores depositan en mí es mucho de lo que después soy en pista. Realmente son ellos quienes me promocionan a esta posición y yo luego simplemente juego. Intento todo lo que está a mi alcance para asegurarme de que ganemos… Simplemente confían plenamente en mí», expresa al respecto de lo bien que se siente a la hora de cerrar grandes partidos como el de anoche.
«No soy el imbécil que todos piensan»
Así fue cómo se presentó Jimmy Butler el 26 de septiembre de 2019 con los Miami Heat. Llegaba de un año complicado en Minnesota en el que los problemas con sus compañeros acabaron provocando su salida a Philadelphia. Butler creía que los jóvenes jugadores de los Timberwolves podían dar más de sí y todo saltó por los aires mientras se le señalaba como conflictivo. Él no lo veía así. Para él se trataba de un gen ganador y cultura de esfuerzo que no cuajó en aquellos Wolves pero que poco después resplandecería con luz propia bajo el sol de Florida. Ya avisó entonces a qué venía.
«No creo que sea un mal tío. No soy el imbécil que todos piensan. Quiero que los demás nos odien. Quiero que la gente odie a los Miami Heat esta temporada», explicaba antes de desvelar la conversación que mantuvo con Dwyane Wade, leyenda de los Heat. «Nunca me compararé con él y lo que él pudo hacer aquí, pero él me dijo que yo encajaba en la cultura del equipo y estoy feliz por estar aquí. He visto cómo los aficionados le trataban y yo quería ser parte de algo así. Quiero retomar esto donde él lo ha dejado». Sin duda va por ese camino.
Porque la realidad es que el binomio Miami-Butler es uno de los más consolidados y exitosos de la actual NBA. Butler eligió a los Heat en aquel momento sabiendo lo que hacía y no está pudiendo salir mejor. Bueno, pueden ser campeones en junio, pero a nivel de compenetración y confianza es difícil superar la situación en la que se encuentran. A día de hoy, Butler no duda que está dónde debe estar.
«Me encanta estar aquí en Miami. Me encanta el grupo de chicos que tenemos y no voy a cambiar nada de lo que pasó», explica sobre su adiós a Philadelphia en 2019. «Estoy aquí por una razón, y vamos a montar esta ola y llevarla a lo más alto. Estoy en el lugar al que pertenezco. Creo que debería haber estado aquí hace mucho tiempo, un lugar donde soy bienvenido. Estoy muy agradecido de que Pat Riley creyera en mí, así como el entrenador Spoelstra. Al llegar me dijeron: ‘Simplemente ve y encuentra una manera de llevarnos a donde queremos ir’. Estoy en camino de hacerlo, pero de igual modo estoy tratando de decirles a todos que no puedo hacer eso sin estos muchachos de esta plantilla. Ellos creen en mí y yo creo en ellos, y eso es lo que funciona».
Fortaleza mental
Nadie llega a la NBA queriendo ser un jugador más. Aterrizar en la mejor liga del mundo (ya seas número 1 del draft o te labres el futuro con menos glamour) supone el primer paso para cumplir sueños, para destacar, para unirte al olimpo del baloncesto. Pero claro, entre el deseo y la realidad hay obstáculos y pruebas que no todos están preparados para superar. Jimmy Butler es uno de esos elegidos que ante la adversidad crece, lucha y vence.
Quizás (casi seguro) el Butler que conocemos hoy es fruto de una vida que en su caso ha sido una batalla desde demasiado pronto. A sus 13 años, y sin conocer figura paterna, su madre le echó de casa porque no le gustaba su mirada. Sin hogar y sin familia, su vida se convirtió en una supervivencia que dependía de amigos hasta que topó con uno, Jordan Leslie, quien fue su compañero de juegos (baloncesto), hermano y salvador. Lo llevó a su casa y allí se quedó bajo el amparo de sus padres y siete hermanos más. Y no para un rato, sino para siempre.
Ahí surgió nuestro Jimmy Butler. Michelle, desde entonces su madre, ha comentado en ocasiones que a Butler le gustaban las reglas, el orden y las cosas bien hechas, que su carácter no era el de dejarse llevar o rendirse, sino que siempre quería que todo funcionase y se encargaba de ello. En el presente, y en años anteriores, tenemos ese reflejo. Es un chico obediente, que siempre ha escuchado a sus técnicos y cuya ética de trabajo no entiende de ahorrar aliento. En pista, como bien comenta su entrenador, Erik Spoelstra, ese es justo su comportamiento.
«Nunca va a dejar nada al azar. Compite sin descanso en ambos extremos de la cancha. Cuando su único objetivo es llevar a un equipo a ganar, todas las demás cosas son irrelevantes. Otros pueden verse bloqueados por situaciones, pero eso a él no le pasa. Se trata simplemente de hacer lo que sea necesario para ganar el partido».
Ese es Jimmy Butler, un jugador convertido en estrella que está tan convencido de lo que hace como de la importancia de ser ayudado por los demás. Podrá no conseguir un campeonato, pero eso no restará el respeto por una carrera personal en la que ya ha ganado.
(Fotografía de Michael Reaves/Getty Images)