Por si a Iggy le da por decir adiós

Cuando el pequeño Andre pasó bajo el marco de la puerta de clase en su primer día en el instituto Lamphier de Springfield, Illinois; a su profesora le extrañó su presencia allí. Contrariada al ver un chaval como Andre en una clase preparada para dar cobijo a los estudiantes que llegaban con mejor expediente al instituto, le pidió al chico su horario mientras le preguntaba si sabía dónde estaba. El chaval echó un vistazo rápido a su alrededor para percatarse de lo que estaba sucediendo sin ser capaz de encontrar un solo rostro como el suyo. De repente, todo hizo clic en la mente de Iguodala, que por primera vez se sintió realmente diferente a ojos del mundo por su condición afroamericana. Esto no solo iba a provocar que pusiese todavía más esfuerzos en seguir siendo el mejor estudiante de su clase, también iba a despertar en él una curiosidad insaciable por conocer por su propio pie una parte de la historia estadounidense que se omite con demasiada ligereza en las escuelas. La de la población negra. Cuanto más conocía, más quería conocer, y su investigación se prolonga hasta nuestros días. Iggy no intuía ni intuye otra forma de afrontar la vida.