Kidd entra en la rueda y Billups descarrila

Es sencillo ver las similitudes entre Chauncey Billups y Jason Kidd como entrenadores. Dos de los bases más exitosos de principios de siglo que llegan ...

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Por David Sánchez

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Es sencillo ver las similitudes entre Chauncey Billups y Jason Kidd como entrenadores. Dos de los bases más exitosos de principios de siglo que llegan a una franquicia dominada por un base generacional. Y cuya elección precisamente se basa en la querencia de esas dos estrellas de estar cerca de alguien que se pueda poner en su piel.

Este perfil no es nuevo. De hecho parece la forma más rápida a la hora de asaltar un puesto de entrenador jefe. Doc Rivers se retiró en 1996 como jugador e inició su carrera en los banquillos en el 99. Derek Fisher se sentó en el banquillo de los Knicks inmediatamente después de colgar las zapatillas (2014). El propio Jason Kidd ya estaba al frente de los Brooklyn Nets un año después de su adiós.

Obviamente, no todo es llegar y besar el santo. Steve Nash tuvo que pasar por el staff de Steve Kerr para aspirar al banquillo de los Nets y Billups vivió un máster exprés a las órdenes de Ty Lue en Clippers. Pero es cierto que este tipo de perfiles parecen tener una vía más accesible a una de las posiciones más codiciadas y exclusivas del planeta.

Ahora bien, como suele suceder, llegar resulta mucho más sencillo que permanecer. Y eso que escalar hasta esa posición es un camino arduo, que le pregunten a Jordi Fernández. La NBA se encuentra en una etapa de renovación de sus banquillos. Después de años bebiendo siempre de fuentes habituales y rotando sus principales puestos en torno a unos pocos nombres, los aspirantes provienen de lugares cada vez más diversos.

Es la era de mayor cualificación y oferta de técnicos de primer orden. Así como la más laxa a la hora de prescindir de ellos a lo largo y ancho de la liga. Esto provoca que aspirar a un puesto de entrenador jefe sea tremendamente difícil para alguien que ya ha probado esas mieles y de quien han terminado prescindiendo.

A este respecto, ayer se sucedieron dos noticias muy relevantes. Jason Kidd y los Dallas Mavericks llegaron a un acuerdo de renovación multianual. Chauncey Billups seguirá siendo el entrenador de los Portland Trail Blazers, pero la franquicia prescindirá de dos de sus principales asistentes: de su mano derecha Scoot Brooks y de Rodney Billups, su hermano.

Uno de los nuestros

Kidd está en una posición envidiable después de esta extensión. En sus tres años, la franquicia siempre ha cerrado filas en torno a él. Y lo más importante, tiene el beneplácito de Luka Doncic y Kyrie Irving. Al punto de que Irving le atribuye parte de la madurez alcanzada. El que fuese campeón con los Mavs como jugador ya sabe lo que es abandonar la rueda de los banquillos. Su decepcionante y llena de polémicas etapa en Milwaukee Bucks, donde solo parece guardar la simpatía de Giannis Antetokounmpo, le obligó a iniciar el camino que se había saltado antes gracias al estatus heredado de su etapa como jugador. Su paso por el equipo de trabajo de Frank Vogel en los Lakers le hizo madurar y, seguramente, ablandó sus formas para convertirse definitivamente en un ‘entrenador de jugadores’.

Esta renovación le afianza no solo en Dallas, sino como figura alrededor de la liga más allá de sus méritos. Aunque la afición de Dallas y los analistas que han metido el bisturí a los Mavericks coincidan en alejar a Kidd de la máxima élite de los banquillos, esta firma sí le pone en situación de permanecer en esa pequeña aristocracia para la que un despido no significa volver a empezar. Esto, claro, es una simple sensación. Aun así, la relación forjada con sus estrellas y saber gestionar los vaivenes de la plantilla en dos de los tres años en los que ha estado al frente de los Mavericks permiten que Kidd, exceptuando hecatombes, vaya a poder decidir su futuro.

Una posición que ahora mismo tan solo comparte con Gregg Popovich, Erik Spoelstra, Doc Rivers, Mike Budenholzer, Steve Kerr, Tyronn Lue y Mike Malone. No porque sean todos estos claramente superiores a los Jamahl Mosley, Tom Thibodeau, Chris Finch o Mark Daigneault, por decir algunos. Sino porque han aguantado lo suficiente en puestos delicados y han generado una red de seguridad que recubre de permisividad sus errores. El caso más representativo es Rivers, quien ha recibido críticas en cada uno de los destinos que ha elegido tras dejar los Boston Celtics a inicios de la pasada década sin que esto le cierre puertas. Kidd ya era una figura importante en la liga. Ahora además tiene cierto currículum para refrendarlo.

Las puertas giratorias de la NBA

No sucede lo mismo con Chauncey Billups. El que fuese campeón como líder de los Detroit Pistons en 2004 (aunque aquel fue un equipo coral en su máxima expresión) llegó a Oregón amparado por Damian Lillard. Fue él quien dio el visto bueno a sustituir a Terry Stotts, un entrenador de corte ofensivo y ligado a la pizarra, por las promesas defensivas y la experiencia como líder de vestuario de Billups. Cada vez que le preguntan por el técnico el General Manager de los Blazers, Joe Cronin, destaca este segundo punto. «Chauncey es un líder increíble en esta organización. Va mucho más allá del papel de un entrenador estándar. Es un gran profesor, no solo para los jugadores, sino para el resto de la organización. Su personalidad inunda toda la franquicia», decía el directivo en la rueda de prensa de despedida de la temporada.

Sin embargo, a un año de finalizar su contrato regular, la franquicia no ha mostrado interés por activar su renovación. Y eso que tienen la opción de prorrogarlo automáticamente y de forma unilateral de cara a la temporada 2025-26. Más allá de los intangibles que comenta Cronin, Billups no ha cumplido ninguna de las promesas o expectativas deportivas con las que llegó al puesto. Lejos de armar una defensa competitiva alrededor de Damian Lillard y C.J. McCollum, el técnico dejó peores datos defensivos que Stotts. Portland fue la peor defensa de la liga en 2022, la cuarta peor en 2023 y la octava peor en este 2024. Esta es la principal razón de la incapacidad competitiva de sus equipos y, en último término, el motivo por el cual Lillard acabó pidiendo el traspaso.

Todo esto, unido a las salidas que involucran a su gente de confianza señalan una salida no muy lejana del propio Billups. Hasta ahora, los Blazers no han tenido por qué prescindir de sus servicios a pesar de que el equipo haya entrado en fase de reconstrucción. Haberle pagado antes el finiquito hubiese supuesto una pérdida de dinero innecesaria, por lo que lo lógico es que, con expectativas de seguir siendo un equipo de lotería, continúen con Billups a los mandos.

Lo que parece claro es que, con el bagaje acumulado en Portland, va a ser muy difícil que a Billups le den la oportunidad en cualquier otra franquicia sin pasar de nuevo por el cuerpo de asistentes de otro entrenador. A veces ni siquiera sirve con haber sido una figura trascendental en la liga para mantener las puertas abiertas de forma indefinida.

(Fotografía de portada de Doug Pensinger/Getty Images)

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