Anillo de campeón, orígenes de un ostento

Ayer los Golden State Warriors recibían su séptimo anillo de campeones como franquicia. El cuarto de la dinastía que Stephen Curry, Klay Thompson y Draymond ...

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Por David Sánchez

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Ayer los Golden State Warriors recibían su séptimo anillo de campeones como franquicia. El cuarto de la dinastía que Stephen Curry, Klay Thompson y Draymond Green comenzaron a forjar hace ya una década y que Steve Kerr terminó de dar forma. En la actualidad, la sortija se ha convertido en un  desafío al ostento. Incluso Bill Russell hubiese tenido difícil hacerse la foto con sus once anillos si hubiesen sido los mazacotes de oro que adornan hoy los nudillos de los campeones.

Dieciséis quilates de oro para reflejar las victorias sumadas en playoffs. Casi un quilate de diamantes blancos que representa el 91% de victorias en el Chase Center durante los mismos. Tallados en cada esquina rememorando un equipo de leyenda y una parte móvil justo debajo de la cabeza que revela los campeonatos coleccionados por cada jugador. Son los datos del anillo diseñado por Jason Arasheben con el que han sido obsequiados todos los miembros de los Warriors. Cuyas exageradas dimensiones y lujos fueron solicitadas por los propios jugadores de Golden State incluso antes de medirse a los Celtics en la final. Arasheben ya ha construido unos cuantos abalorios para este grupo, y algunos de los jugadores comenzaron a presionar justo después de derrotar a los Mavericks en la final del Oeste. “Asegúrate de que sea grandioso” cuenta ESPN que le escribió un jugador anónimo.

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Los últimos fueron los primeros

Curiosamente, la franquicia de San Francisco también se calzó el anillo de campeón durante su primera temporada de existencia en el baloncesto profesional. Por aquel entonces en la Basketball Association of America—BAA— y representando a la ciudad de Philadelphia. La joya que recibieron entonces constaba únicamente de una pequeña cantidad de oro, un diamante y tallados irregulares con el nombre del campeón.

Los Minneapolis Lakers se embolsaron el primer título propiamente NBA en 1950 de la mano de George Mikan. Para entonces el obsequio ya reflejaba algo de esmero y artesanía, reflejando sus tradicionales tallas laterales con el año del campeonato y otros detalles y empedrando la cabeza del anillo con un diamante de mayor tamaño. Desde aquella época estos han evolucionado mucho y en los últimos tiempos el diamante le ha comido terreno al oro. Ayer mismo, HoopsHype actualizó una lista más o menos precisa con todos los anillos de campeón de la historia de la NBA. 

La liga que el curso pasado celebró 75 años de historia adoptó la tradición del anillo desde sus primeras ediciones. Pero realmente es una herencia que, como suele ocurrir con el deporte estadounidense, recogieron del béisbol. En la cultura deportiva norteamericana el anillo de campeón lleva casi un siglo simbolizando lo que la corona de laurel fue en la antigua Olympia. Con el acostumbrado exceso que celebraba ya la principal potencia económica del mundo tras la primera Guerra Mundial.

Lujos de entreguerra

Siguiendo la pista de sus ligas antecesoras y la profesionalización del béisbol en Estados Unidos, la historia de la MBL se remonta a 1869. Sin embargo, no fue hasta inicios del siglo XX que comenzaron a celebrar las World Series en las que el ganador sería nombrado como mejor equipo del mundo. Dando las series finales su pistoletazo de salida en 1903, los Boston Americans, hoy conocidos como Red Sox, fueron los primeros en recibir un obsequio que corrió a cargo del Boston Globe. Más allá del trofeo de campeón, todos los jugadores de aquel equipo recibieron un reloj de llavero como premio conmemorativo. En años venideros se pudieron ver recompensas como insignias para las solapas o estuches empedrados. Llegada la ocasión, las comentadas insignias y relojes añadirían diamantes como signo de prestigio y augurio de lo que estaba por venir.

En las World Series de 1922 los New York Giants se impusieron a los Yankees hasta casi barrerles del mapa. Con la misma arrogancia necesaria para derrotar a sus vecinos neoyorquinos, los Giants se plantaron la primavera siguiente con una petición algo osada bajo el brazo. Para el que era su segundo campeonato mundial consecutivo, los jugadores del equipo encargaron la confección de un anillo de 14 quilates de oro, coronado por un diamante escoltado por las cuatro bases que delimitan la zona de carrera. Es decir, un diamante dentro de otro diamante. Símbolos del béisbol como el bate, el guante y la pelota acompañaban al empedrado en un tallado que incluía ramas de laurel y la inscripción “Giants World Champions” 1922.

Aunque a lo largo de los años el encargo ha corrido a cargo de algunas de las joyerías más reputadas del mundo como Tiffany & Co., Jostens o L.G. Balfour Company, ningún registro deja a las claras quién fue el autor de esa primera sortija. A pesar de sentar cátedra para la confección de los anillos de campeón de MLB, NFL y NBA durante muchas décadas por su característica forma cúbica. No obstante, lo que ya parecía un clásico iba a tardar unos años más en asentarse mientras la liga seguía repartiendo relojes de bolsillo y todo tipo de bisutería.

Tradición interrumpida

En 1926 los St. Louis Cardinals quisieron imitar a los Giants y se convirtieron en la primera franquicia que mandaba estampar su logo en un anillo con más historia de la que parece. El estelar pitcher de la época Grover Cleveland Alexander ignoraba el valor simbólico de la joya y, engatusado por el económico, decidió empeñarlo. Cuando se enteró Rachael Breadon, esposa del dueño de los Cardinals, intentó recuperarlo a toda costa y, una vez en sus manos, alertó a todas las casas de empeño locales para asegurar la devolución del aniño en cado de que Cleveland volviese a las andadas. Ya en 1930 el anillo se convirtió en el obsequio estándar para los campeones de las World Series, pasando a ser desde entonces símbolo irrenunciable de la cultura estadounidense casi tanto como la Declaración de Independencia.

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La evolución del anillo de campeón, como no podía ser de otra forma, ha derivado en una escalada de lujo que por momentos pierde el sentido. Hace años que los anillos carecen de propósito fuera de su correspondiente vitrina. Pero la primera de estas joyas que vio el baloncesto profesional, haciendo honor a los siempre precarios y disgregados inicios del mismo, no parecía pertenecer a la misma especie que el nacido en la Gran Manzana de manos del deporte ancestral de un país recién nacido. Lógico pensando que, mientras la pelota naranja vivía su era del metal, el bate entraba en su edad dorada.

(Fotografía de portada de Ezra Shaw/Getty Images)

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