George Mikan fue la primera cara de la NBA. Lo fue hasta el punto de ocupar un espectro de exposición mediática completamente diferente al de sus coetáneos. La recién nacida liga fruto de la unión de la National Basketball League (NBL) y la Basketball Association of America (BAA) estaba ávida de una personalidad con la que vender su competición, que palidecía en interés ante el baloncesto universitario, el béisbol o el boxeo.
Sabiendo lo que tenían entre manos, cada vez que los Minneapolis Lakers viajaban a una ciudad importante, el pobre George debía llegar 24 horas antes que sus compañeros para acudir a ruedas de prensa y actos públicos que buscaban engordar la presencia mediática de la NBA. En realidad, aunque se quejase, le encantaban los focos.
Mikan fue el primero que combinó tiranía en el campo con una sonrisa frente a las cámaras. Agresividad cada vez que había un balón de baloncesto por medio y un tono tremendamente afable con un micrófono delante. Y, por supuesto, fue el primer jugador completamente representable por un icono. Sus míticas gafas.