Conclusiones a vuelapluma del motín fallido de Kevin Durant

La solicitud de traspaso de Kevin Durant a finales de junio nos ha dado para llenar páginas en blanco casi dos meses. Cada pequeño movimiento entre bambalinas venía a hablar de las intenciones y anhelos de cada una de las partes implicadas y por el carrusel de rumores ha pasado prácticamente toda la NBA. Por eso cuando un capítulo tan crucial llega a su fin, sea cual sea el desenlace, toca dar dos pasos atrás y observar la postal al completo. Aunque para ello sea crucial no perder los pequeños detalles por el camino.

¿Cómo quedan los Nets?

Brooklyn sale tremendamente reforzado de este embrollo. Seguramente el desastre que fue la pasada temporada ha ayudado a Joe Tsai y Sean Marks a mantenerse firmes ante las continuas zozobras y amenazas de sus dos estrellas. Los actuales Nets nacieron de la voluntad unilateral del binomio Irving-Durant y la organización abrazó sus deseos sin plantearse las consecuencias.

Que una franquicia se encomiende a sus estrellas siempre trae consigo cierto caos estructural. Como así demuestran los recientes casos de Clippers, Lakers o Rockets. Pero todo tiene un límite, y la vorágine de bandazos que ha sufrido Brooklyn en las dos últimas temporadas es a todos ojos insostenible. Cuando Durant pidió el traspaso, los Nets tenían todas las cartas en su mano para controlar la situación y aun así hubo momentos en los que aparecieron las dudas. No debería ser un logro mantener a un jugador recién renovado por cuatro años, pero la dimensión de KD obliga a celebrarlo como tal.

Esto no significa que las aguas se hayan calmado del todo en la desembocadura del río Hudson. Las figuras que componen la plantilla de los Nets son tan volátiles que impiden cantar victoria por la estabilidad. Sin embargo, el objetivo de la franquicia, con o sin la hidra Durant-Irving de su lado, era seguir compitiendo en la zona noble del Este —aunque no lo lograsen el pasado curso— y esto debería de asegurar esa meta. DEBERÍA.

La plantilla sigue teniendo ciertos valles en el juego interior y, probablemente, la defensa perimetral —más tarde toca hablar de Ben Simmons—, pero ha añadido a piezas más que interesantes con T.J. Warren y Royce O’Neal, pese a que seguramente vayan a echar de menos a Bruce Brown. En cuanto al cisma entre Nash y los machos alfa del vestuario, nada que no se arregle con un buen inicio de temporada.

Kevin Durant y el legado

Conociendo de antemano lo a pecho que Durant se toma las opiniones que se vierten sobre su persona, cuesta explicar por qué le gusta tanto estar en todos los charcos. Quizás toque creerle cuando asevera que ya ha reducido el ansia social que le generan este tipo de situaciones. O quizás haya que pensar que simplemente tiene una vena masoquista dentro de él.

Sea como fuere, los últimos meses han sido devastadores en la figura de uno de los mejores de todos los tiempos. Tanto en la opinión pública como en lo personal. Para empezar, el fracaso que supone haber intentado salir de un sitio en el que finalmente permanecerá. Ha quemado todos los barcos desde el control del entorno mediático a través de continuas filtraciones a la coacción directa en forma de ultimátum a Joe Tsai. El desenlace final deja un veredicto claro: el poder de las estrellas, aunque enorme, es limitado. Por mucho que te llames Kevin Durant. Lo cual es más derrota personal que ejemplo aplicable al resto, pues KD solo hay uno.

Como a todos los grandes de la historia, a Kevin Durant le preocupa su legado. Probablemente a él le inquiete especialmente. A este respecto, ver cómo en apenas dos meses le borran del mapa en una de las peores series de playoffs que se le recuerdan, concluir que su antiguo equipo puede ganar sin él y volver a dejar claro el carácter caprichoso que se le lleva achacando desde 2016 supone echarse demasiadas piedras a la espalda.

La solución, como siempre ocurre en el devenir de la tirana narrativa que opera sobre el deporte de élite en nuestros días —y siempre—, pasa por ganar el campeonato esta misma temporada. O al menos luchar por él con la jerarquía que se le presupone a KD en todo esto. Lo cual enlaza directamente con el siguiente punto.

¿Seguimos creyendo en Brooklyn?

Durante los últimos dos años a Brooklyn siempre se le ha dado el beneficio de la duda. Daba igual la profundidad del charco que pisasen. El talento siempre tiene otra oportunidad que se suele decir. Pero después de finalizar la temporada regular en puestos de play-in a través de arreones individuales y sin rastro de un funcionamiento colectivo básico, los Celtics al fin mostraron al mundo la desnudez del rey.

Lo lógico sería pensar que todos estos antecedentes provocasen pensárselo dos veces antes de situarles como inmediatos contenders por el simple hecho de mantener el núcleo. Pero soy el primero en entonar el mea culpa por renovar mis ilusiones en un proyecto cuya mayor virtud es su extrema inestabilidad. Sé que las cosas han salido muy mal, pero es que muy mal tienen que salir las cosas para que un equipo así no sea de los mejores de la liga. Ahora bien, si con el comienzo de la temporada vuelven a caer en los mismos pecados, no seré yo quien les siga dando oportunidades. Creo.

¿En qué lugar deja todo esto a Kyrie Irving y Ben Simmons?

Siendo imposible vaticinar lo que pasa por la cabeza de Irving, esto debería de ser una buena noticia para él. Los problemas con el estado de su vacunación ya quedaron atrás y solo Toronto supondrá un escollo para su firme postura al respecto. Todo sea que no le toque cruzarse con los Raptors en playoffs.

Por otra parte, parece que el base ha suavizado su postura con respecto a los Nets desde que decidiese ejecutar su opción de jugador. A pesar de haber criticado la dirección de la franquicia, las últimas filtraciones hablan de que Irving se ha reunido con la cúpula de Brooklyn para fijar objetivos conjuntos. Comenzará la siguiente temporada con una nueva oportunidad para que su talento hable más que las aristas más radicales de su personalidad. Seguirá al lado de su amigo Durant, lo cual tampoco es que haya supuesto un factor estabilizador en tiempos recientes. Eso sí, los Nets ya han demostrado que no dudarían un segundo en lanzarle al mercado si vuelve a las andadas. Habrá que ver si esto sucede y si en ese caso aparecerían compradores.

En cuanto a Ben Simmons, todo lo que se diga es pura especulación. Tanto en su faceta puramente deportiva como en la mental. El discurso más repetido asume que despojarse de responsabilidades ofensivas para dejarlas en manos de Durant e Irving le vendrá bien a su autoestima. Pero personalmente me parece mucho suponer. Cabe recordar que, en algún momento de su encierro en Philly, Simmons dejó caer sus intenciones de ser primera espada ofensiva en el lugar al que llegase. Lo cual bien podrían ser anhelos de alguien que no sabe muy bien lo que quiere.

Pasando a lo deportivo, han corrido ríos de tinta sobre la versión que se podría de ver de Simmons con el uniforme de los Nets. Siendo la más consensuada la de situarle como interior y compañero de pick-and-roll de otros manejadores. Algo así como un Draymond Green con menos cota de balón y más verticalidad al aro. A mí todo esto me parece ciencia ficción. Simmons es un jugador al que se le achaca una nula evolución en ataque desde que entró en la liga y que acumulará año y medio sin pisar una cancha para cuando empiece la temporada. Lo que sí cabe esperar sin muchas dudas es que el chico vuelva a ser el monstruo defensivo que fue hasta el último minuto de la eliminatoria frente a los Hawks que le sentenció. Elevando inmediatamente el suelo de Brooklyn en una parcela en la que vienen sufriendo demasiado.

Está muy bien hacer predicciones, pero hay que relajar las proyecciones sobre quién queremos que sea el jugador antes de saber quién es en la actualidad. Ambas incógnitas, la de su cabeza y la de su versión en cancha, solo hallarán respuesta cuando Simmons vuelva a jugar un partido competitivo de baloncesto. Hasta entonces, humo.

Un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la liga

La resolución del caso Durant computa al mismo tiempo una victoria y una derrota para el conjunto de las franquicias que conforman la competición. Por una parte, el omnipotente Kevin Durant, uno de los —¿dos? ¿tres?— mejores jugadores sobre la faz de la Tierra, ha salido al mercado y nadie ha logrado hacerse con sus servicios. Esta guerra en la que todo acaba como empezó deja heridos por el camino a los Boston Celtics y su dinámica de grupo, a Pat Riley y su capacidad de atracción y a todos los que esperasen dar un paso adelante como solo Durant puede asegurar.

Pero, por otro lado, creo que lo de que nadie haya puesto toda la carne en el asador es parte del mensaje que las franquicias quieren mandar a las superestrellas. Los equipos no quieren vivir postrados a la voluntad de un individuo como lo vienen estando los últimos años. Y otorgar todo el futuro y parte del presente por hacerse con Durant habría enviado el mensaje erróneo.

A meses de que se escriba el primer borrador del nuevo convenio entre NBA y asociación de jugadores, el principal objetivo de la Liga y sus propietarios será limitar las peticiones de traspaso con más de dos años restantes en el contrato del jugador. Que las exigencias de KD hayan terminado siendo infructuosas es una pequeña victoria, pero lo ideal para los dueños —y en cierta parte para la salud general del negocio— es que este tipo de intentos ni siquiera puedan existir legalmente.

Por último, quitar a Kevin Durant del mercado seguramente signifique descorchar movimientos que llevan dos meses aletargados. Los traspasos y la agencia libre quedaron petrificados por una serie de acontecimientos que ahora parecen haberse resuelto. Los equipos que se estuviesen conteniendo por si sonaba la flauta de Durant reanudarán sus planes y las cosas deberían coger algo más de ritmo en el mercado NBA. Toca monitorizar con más ahínco la situación de Mitchell y la entrada de ciertos agentes que centraban sus miradas en el alero de los Nets. Pero también a equipos a los que claramente les faltan unos cuantos hervores en la construcción de sus plantillas.

(Fotografía de portada de Elsa/Getty Images)


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