Derrick Rose confirmó su salto al estrellato de la NBA después de ser elegido MVP de la temporada en 2011. El base se destapó como una auténtica fuerza incontenible de la naturaleza para convertirse en el jugador más joven de la historia en recibir dicho galardón, con 22 años y 191 días por aquel entonces.
El descomunal talento de Rose devolvió ciertos matices nostálgicos de Michael Jordan a unos aficionados de los Bulls que se hallaban hambrientos de éxito desde la partida definitiva de His Airness y Phil Jackson en 1998.
Los de la Ciudad del Viento recopilaron 62 triunfos aquella temporada, una más que los San Antonio Spurs, para erigirse como el mejor récord de toda la NBA. El destino de aquel equipo apuntaba directamente hacia las Finales tras superar con facilidad a Atlanta Hawks e Indiana Pacers hasta que se toparon con el recién estrenado Big Three de Miami.
LeBron James, Dwyane Wade y Chris Bosh se elevaron como un escollo insuperable para el de Englewood, aunque su desparpajo, sus 27,1 puntos por velada en playoffs y su MVP suponían un primer aviso muy serio. Así como la necesidad de la directiva de Chicago de atar a su estrella. Su juventud no supuso un lastre sino más bien un incentivo para ponerle sobre la mesa una renovación por cinco años y 94,8 millones de dólares. Con escuderos de lujo como Carlos Boozer, Joakim Noah, Luol Deng o Jimmy Butler, un recién llegado desde el draft, cualquier otra opción se presentaba inconcebible.