Un peligro llamado Carmelo

El veterano alero de los Blazers ha cuajado un buena actuación en la derrota ante los Lakers en el Game 3

¿Palito a Carmelo el día que anota 20 puntos y mantiene vivo a Portland en el tercer cuarto con buenos porcentajes? Sí, palito a Carmelo el día que anota 20 puntos y mantiene vivo a Portland en el tercer cuarto con buenos porcentajes. Hoy más que nunca, pues es cuando las críticas aspiran a calar por no lanzarlas a favor de corriente.

«He is a midrange assassin», decía al término del encuentro LeBron James sobre su buen amigo, eternizando una de las mentiras más manoseadas en la NBA de los quince últimos años.

La media distancia se divide estadísticamente en dos tramos, de 10 a 15 pies y de 16 a 23, y el acierto liguero desde esta franja intermedia gira cada año en torno al 38%.

Si en la ‘Redacción’ de nbamaniacs nos diese por hacer una lista del top-10 de jugadores más eficaces en el midrange, no esperéis encontrar a Carmelo ni por asomo. Ni tampoco en un top-25 o un top-50. Ni se acerca. (Bleacher Report ya lo hizo por nosotros en 2012, con el alero en su más absoluto prime, y clasificó el 71º de los 94º seleccionados).

La ex leyenda de Syracuse maneja en su carrera NBA promedios que oscilan entre el 40% y el 41,5% según la zona del midrange en la que pongamos la lupa (con picos muy puntuales del 44-46%), mientras que aquellos que realmente destacan, aquellos que podemos reconocer como ‘dominadores’ del tiro 4 a 6 metros, lanzan y anotan con una regularidad agregada del 45% desde toda el área afectada.

Por comprender la diferencia a escala histórica, me permitiré el lujo de usar al mejor. A Michael Jordan.

En su ejercicio más eficaz en este tipo de lanzamiento (el 2013-14 con un acierto del 44,5%), Carmelo lanzó el 47,8% de todos sus tiros desde ahí, entre ambas aguas; es decir, un total de 587 de midrange shot en temporada regular, de los que encestó 261. El Michael Jordan de 1997, con las defensas feroces de entonces y con las que particularmente él, por su carácter de As mundial, amasaba, hizo un 588 de 1.202 (49%).

Pues bien. Todo esto es así porque nos equivocamos de categoría. Carmelo no practica el midrange jumpshot; nos faltaría una concreción más. Otro círculo dentro del círculo: el midrange jumpshot topshot.

Melo, con una altura de 2,03, un salto muy normal y una envergadura nada excepcional (2,13), ha tenido siempre en su primer paso y en el jab step su mejor y casi único recurso para generar distancia con el defensor a la hora de practicar su tirito de toooda la vida. Los defensores sabían que de optar por la penetración tenían el lance casi perdido, y un potencial 2+1 a la vuelta de la esquina de imaginarse a sí mismos impidiendo la bandeja o taponando su clásico mate a dos manos.

El problema es que esta opción, más explosiva, más exigente y absolutamente mortal, ha sido siempre la menos escogida por la ex estrella de Knicks y Nuggets.

En el ocaso de su carrera y aún a sus 36, todavía le sobran isquios para practicarla cuando le viene en gana.

El Melo que el fan quiere vs el que Portland necesita

Al consultar Basketball-Reference más a fondo comprobamos que, además, sus poco asombrosos porcentajes en midrange en fase regular descienden a la categoría de mediocres cuando llegan los playoffs… 38% y bajando conforme aumentan sus años.

No, señores lectores, lo de ayer no debe ser ser un punto de inflexión ni un aviso de renacimiento. Lo de ayer, por el bien de Carmelo y sobre todo por el bien de los Blazers debe quedarse en una simpática efemérides consecuencia del talento innato y una pasajera hot hand.

Carmelo estuvo on fire, y ayer entró lo que tantas otras veces le ha escupido el hierro a lo largo y ancho de su carrera, porque cuando la muñeca se enfría y el partido se tiempla, solo quedan los datos: esos que dicen que en esta temporada 2019-20, cada visita a la personal se ha saldado con 1,5 puntos; que cada tiro a menos de cinco pies del aro se traduce en 1,23; cada intento de triple en 1,07… y cada lanzamiento en el limbo restante entre estos dos extremos, es decir, el midrange, la oveja negra del básquet contemporáneo, se ha saldado con una aportación de 0,81 puntos.

Un peligro… para sí

Hace unos días publicábamos la siguiente noticia: Carmelo Anthony adelanta a John Havlicek y Paul Pierce en la lista de máximos anotadores históricos de la NBA. El alero de Portland Trail Blazers ascendía hasta la 15ª posición para un total de 26.398 puntos

El ala de los Blazers ha sido, y a ratos aún es, un gran anotador. Un anotador estelar con un penúltimo cartucho siempre listo en el tambor. Pero casi nunca ha sido un anotador efectivo. Menos en su midrange.

Game 3 (tercer cuarto): cuatro tiros de media distancia prácticamente consecutivos: a cuál más punteado; a cuál peor leído. Ni un jab step. Tan solo una finta con one-dribble pull up bien ejecutada en transición en el último de ellos. El resto, una tentación para recaer. Su viejo ‘yo’ llamando a la puerta.

Un peligro… para sus rivales

Sin embargo, hay datos sobre Carmelo que revelan que hay otras cosas que está haciendo muy bien, tanto antes como durante la burbuja, y que justifican que Terry Stotts lo mantenga tantos minutos en pista. A esos ramalazos de anotador microondas hay que añadir algo que el alero siempre ha tenido y jamás le ha abandonado. El ice in his veins. Que ahora comparta pista con otro jerarca en esto como es Dame Lillard, no puede hacernos olvidar lo que Anthony siempre ha sido: un jugador clutch.  

Dos triplazos ante Memphis durante la prórroga, otro triple crucial ante Boston y un game winner frente a Houston. También, por el camino, cayeron otro puñado de triples importantes en la victoria más sonada de los Blazers ante Dallas en esta burbuja. Como indica Kyle García de SB Nation, Carmelo está siendo el segundo jugador más fiable en el clutch de todos los que se han reunido en el Gulag Resort de Orlando.

Pero hay más: un 56% en triples en catch and shoot, esfuerzo insólito en defensa a falta de fundamentos, y levantamiento ocasional de visera en busca de la asistencia en lugar del aplauso, el ¡Bang! y los ‘¡Ohhh!’.

Y tú también, Mamba

Kobe Bryant, por cierto, fue otro que desaprendió con el paso de los años, acuñando en su senectud deportiva un tiro con sello intransferible de identidad: el fadeaway topshot. De incomparable belleza estética cuando entraba, tampoco pasará a los anales por su eficiencia ni será promovido por los entrenadores en los institutos de Norteamérica.

Hoy, otro por cierto, Kobe cumple 42 años. Me he dado cuenta de que si los multiplicas te sale el ‘8’ y si los inviertes el ’24’. Sus dos dorsales NBA. Es una tontería; como si necesitásemos algo más para hacer de Kobe y de este día algo especial.

Kobe brilló. Brilló mucho, pero no siempre brilló bien. Su ego, durante demasiado tiempo y en especial en los extremos de su carrera, al principio y al cierre, no se lo permitió. Lo dio todo y sin embargo sabemos que era tan bueno que, de menos pasión y un plus de cabeza, pudo haber dado incluso más.

Carmelo Anthony aún está a tiempo de volver a iluminar el cielo antes de que su luz profesional se apague. De él depende que sea un relámpago cegador, o unas Perseidas en noche clara, y coja a más de uno distraído con la mirada en el móvil.

Hoy, después de comer, me he tumbado en el sofá a ver Coach Carter, porque era el cumpleaños de Kobe y porque Samuel L.Jackson justifica por sí solo toda mi atención de la sobremesa. A falta de media hora para el final le he dado al ‘pause’ para apuntar esta frase: «Empequeñecerse no ayuda al mundo, no hay nada inteligente en encogerse para que los demás no se sientan inseguros a tu alrededor. Todos deberíamos brillar como los niños. Y al dejar brillar nuestra propia luz, inconscientemente damos permiso a otros para hacer lo mismo. Al liberarnos de nuestro propio miedo, nuestra presencia libera automáticamente a otros».

Carmelo, sé grande. Brilla.

(Fotografía de portada de Kim Klement-Pool/Getty Images)


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