El último paso evolutivo de Giannis Antetokounmpo

La voracidad competitiva emerge como uno de los principales combustibles para aquellos jugadores llamados a marcar una época en la NBA. Un exclusivo club de estrellas cortado por el mismo patrón: la necesidad de exigirse a sí mismo un poco más en cada nueva hoja del calendario. De mejorar para superar cualquier tipo de obstáculo que se interponga en su camino hacia el éxito.

La actual NBA exige exprimir esta premisa hasta niveles casi enfermizos. La versatilidad parece haber ganado su batalla a la concepción tradicional de las posiciones. Esta situación ha empujado a los denominados big men a un proceso de reciclaje y renovación que les permita sobrevivir a esta imparable evolución del baloncesto.

Hasta hace no tanto era impensable aunar velocidad, agilidad, creación de juego y cierto rango de tiro en un molde de 211 centímetros de estatura. Quizá nadie imaginaba entonces que sería capaz de asentarse como uno de los mejores jugadores de la NBA, pero ya en 2012 algunos se atrevían a pronosticar los derroteros que seguiría su futuro. «Se incorpora a un jugador de gran futuro y potencial capaz de jugar de base con 2,06 y cuyo techo lo marcará él con su trabajo, porque sus cualidades y condiciones son ilimitadas», afirmaría el director deportivo del CAI Zaragoza, Willy Villar, en la presentación de Giannis Antetokounmpo en diciembre de aquel año.


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