Erik Spoelstra a través de P.J. Tucker

La especificidad de roles en la NBA nunca había sido tan marcada como en la actualidad. Hace tiempo que al jugador ya no le define ...

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Por David Sánchez

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La especificidad de roles en la NBA nunca había sido tan marcada como en la actualidad. Hace tiempo que al jugador ya no le define su posición sino la función que cumple en cancha. Así, las plantillas se dividen en estrellas y jugadores de rol que a menudo se ciñen a hacer exactamente lo que se espera de ellos. Lo cual provoca que al referirnos a un jugador como manejador secundario, 3&D o protector del aro, rápidamente acuda a nuestra mente una idea bastante precisa estos perfiles.

Esto limita bastante la concepción del juego a nivel lingüístico y descriptivo, pero no es más que otro producto de la evolución de una liga en su desesperada búsqueda de la eficiencia. Y dentro de esta vorágine de estadísticas y acercamiento a la perfección, hay pocos jugadores con un rol más marcado que P.J. Tucker en el último lustro.

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Nunca ha sido tan fácil definir la tarea de un jugador en cancha como con el comboforward de los Heat. Siempre esperando el balón desde la esquina —normalmente la derecha— para hacer ancho el campo y solo abandonándola en busca de rebotes ofensivos. Siempre emparejado con una de las estrellas rivales para amargarle la noche. En Milwaukee y especialmente en Houston, Tucker ha sido un jugador despojado casi por completo de matices fuera de las dos tareas expuestas. Pero esto ha dejado de ser así bajo la tutela de Erik Spoelstra.

La más reciente obra de un maestro

Cualquiera diría que a sus 36 años ya es demasiado tarde como para explorar nuevos horizontes fuera del marcado rol que le valió su vuelta a la liga en 2012 y que desde entonces le ha servido para firmar cuatro contratos a razón de 56 millones y medio de dólares totales —y lo que le resta—. Sin embargo, el técnico de Miami no está dispuesto a dejar pasar la oportunidad de ampliar miras y desarrollar nuevas capacidades.

Bam Adebayo y Duncan Robinson son perfectos ejemplos recientes de la creencia del técnico en las destrezas de sus pupilos y su afán por explorar los límites de estas. Adebayo podía tener dentro de sí al pasador que todos conocemos. Pero no habría evolucionado tan fugazmente si Spoelstra no le hubiese regalado los codos de la zona y rodeado de sistemas con cortes y bloqueos en lado débil para que el pívot los alimente desde su sensibilidad en el pase.

En el caso de Duncan Robinson, ser un jugador de 40% de acierto en triples ya le habría servido para hacer una extensa carrera NBA. Jugadores como J.J. Redick y Kyle Korver se han hecho un nombre en la historia del juego a pesar de ejecutar las mismas jugadas una y otra vez independientemente del libreto bajo el que se hallasen.

No obstante, Spoelstra realmente piensa que la puntería y capacidad para repetir esfuerzos de Robinson deben ir más allá. Y si hace dos años el escolta era poco más que tiros en catch and shoot y manos a manos terminados en lanzamiento, esta temporada no es raro verle ejecutando un bloqueo y continuación con Adebayo o tomando sus propias decisiones desde el bote.

Piezas de un puzle en continuo movimiento

La clave es que estas licencias creativas se den en un entorno controlado. Que tengan sentido dentro de un todo. Y es exactamente el proceso por el que está pasando P.J: Tucker. Este curso el jugador está anotando 6,2 puntos por noche, pero lo relevante para mi punto es que, por primera vez desde su temporada 16-17, menos de la mitad de estos llegan lanzando inmediatamente después de recibir. Quitando su etapa de liga regular en Milwaukee —en la cual su peso en la carta de tiro era irrisorio— los 2,2 triples desde la esquina que está lanzando este año son su mínimo desde esa misma temporada.

De hecho, Tucker está menos enfocado a la ejecución que nunca, registrando su mínimo de carrera en lanzamientos por partido si volvemos a obviar su extraña campaña pasada. De pronto, verle poner bloqueos en cabecera, recibir continuaciones e incluso resolver jugadas desde el bote y el pase ya no son una quimera. Incluso en contadísimas ocasiones ha sido él quien ha subido el balón y ejecutado el sistema como base con satisfactorio resultado.

Esto no quiere decir que de repente Tucker se haya convertido en Chris Paul, Trae Young o Luka Doncic, pero sí muestra perfectamente cómo entiende Spoelstra el baloncesto ofensivo. El técnico de los Heat trabaja para que sus ataques le ofrezcan el mayor abanico de posibilidades imaginable a sus jugadores. Y esto solo se consigue si los individuos amplían su propio repertorio.

Esta temporada, Miami ha incrementado mucho su juego de aclarados y jugadas de poste en detrimento del mano a mano o el juego sin balón. Pero lo importante es que si el contexto del partido lo demanda, los Heat son capaces de volver a ejecutar planes que pongan su énfasis donde más les interesa. Por ello, en ausencia de Butler son capaces de sentenciar a Utah Jazz a base de bloqueos indirectos entre exteriores y puertas atrás de Tyler Herro.

Los Miami Heat son tan complejos como compleja sea la más simple de sus piezas, y P.J. Tucker no ha llegado a este crisol para quedarse apartado en una esquina. Erik Spoelstra no se lo permitiría.

(Fotografía de portada de Michael Reaves/Getty Images)

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