Aunque las finales estén siendo imposibles de predecir por la cantidad de variantes que se dan de un partido a otro, lo que sí está atendiendo a concepciones previas es el impacto individual de los jugadores. No hay nada que sorprenda en la irregularidad de los hombres más importantes de los Celtics, ya que llevan cargando con ella desde que iniciasen los playoffs.
Hace tiempo que la toma de decisiones de Marcus Smart es el termómetro de Boston en ataque, y lo está volviendo a ser en esta serie, sobre todo en las rectas finales de los encuentros. Tatum está bastante menos agresivo que de costumbre en la anotación, aunque lo está compensando con el mejor playmaking de su carrera. Brown es a ratos imparable y el mayor quebradero de cabeza para la defensa de los Warriors y en otras ocasiones resulta desesperante. Probablemente solo Derrick White esté excediendo ampliamente las expectativas que había con él.
En Golden State ya no es sorpresa la vital importancia que tienen Andrew Wiggins y Kevon Looney en el equipo. Especialmente cuando vienen mal dadas y toca arremangarse, bajar el culo y luchar por cada balón como si fuese el último. Tampoco que Stephen Curry esté siendo, con insultante diferencia, el mejor jugador de la serie mientras atraviesa un trance de los suyos en los que parece capaz de todo.