Harden y Westbrook: cualquier cosa es posible

Y aquí estamos en julio, deseando que fuese octubre.

Disculpad que me recree en mi propio tuit de hace un rato, pero es que el eslogan de la NBA se me queda terriblemente corto tras lo que ha sucedido (o está sucediendo… pues el alud sigue vivo) este verano.

NBA, where amazing happens. El predicado, uno de mis hashtags favoritos de siempre, de repente me sabe a poco.

Mi propuesta de actualización: ‘NBA, where amazing is that nothing amazing happens‘. Porque lo increíble ha pasado a convertirse en normal, y lo raro, lo chocante, es ahora despertarme por la mañana y que no haya sucedido nada increíble la noche anterior. Las bombas de Woj, que eran antes como el tío de Bofrost (nunca sabías cuando podía sonar el interfono), ha pasado a convertirse en el correo ordinario del desayuno al otro lado del porterillo.

¿Y lo mejor? Algo que ha dicho el dueño de los Houston Rockets, Tilman Fertitta, sobre este traspaso loco y que vuelve a unir, como ya fuera hace siete años, a Russell Westbrook y James Harden en un mismo backcourt. Algo que parece haber comentado de pasada pero que, sin embargo, contiene una carga informativa tremenda.

“I think it’ll be very interesting and fun. James and Russell wanted to play together. It ought to be fun this year.” Traducción de lo señalado en negrita. James y Russell querían jugar juntos. Y esa frase me ha hecho mandar automáticamente al garete la sandía de artículo que, tan pronto tuve conocimiento del acuerdo, estaba empezando a construir en mi cabeza.

Mi idea era volver a ahogaros en datos. Ante la reacción general (Y NORMAL) del personal casi en su totalidad, que podríamos sintetizar en un «esta dupla exterior no pega ni con cola», yo me las prometía ya muy felices en lo que iba ser una investigación imposible en busca de una terca narrativa.

Cifras de ambos jugadores liberados en catch&shoot, análisis potencial de canastas tras asistencia, lineups de two-man combination de sus años juntos en Oklahoma que favoreciera el +/-, o la persistente idea (carne de trending topic desde ya, os lo aviso) de que Harden y Westbrook eran la pareja ideal de los Thunder pero con los puestos intercambiados: Russ de escolta y La Barba como su playmaker… y todo esto cogido absolutamente con pinzas. Vamos, que no se lo iban a tragar ni en The Invention of Lying.

Aunque datos para defender esta unión, los hay [si bien se juntan el 1º (Harden) y el 10º (Westbrook) jugador con mayor tasa de Usage de la Liga, Russ ya ha demostrado que sabe adaptarse a las circunstancias: su usage, de un 40% en el año pre-Paul George, descendió un 8% para cederle protagonismo al alero, y este pasado año todavía un 2% más…].

Contracaso, por supuesto, también (en sus 11 temporadas en la NBA, Westbrook no ha pasado del 35% en porcentaje de triples en ninguna de ellas, mientras que Harden no ha rebasado el 39% en toda su trayectoria…), con su, por si había dudas, correspondiente dosis de refutación [en su temporada más brillante en OKC (2016-17), Westbrook lanzó 7,2 triples por noche (plusmarca personal) con un récord de carrera del 34,2% de media].

Y así podríamos seguir, en un vórtice infinito. Pero como hemos dicho, –o como ha dicho Ferrita–, ambos jugadores querían jugar juntos. Fuentes del USA Today, señalan que Harden ha sido la verdadera «fuerza impulsora» para que este acuerdo se materializara. Es decir, los implicados, los dos MVP’s que se abrazan al balón con más pasión y ansia que Wladyslaw Szpilman a aquella lata de pepinillos, querían que se activase esta bomba y que les dejásemos a ellos el engorro de desarmarla.

La fuerza de lo impredecible

Y eso me ha hecho darme cuenta de que ante un traspaso así, tan inconcebible y contraintuitivo, lo mejor que podemos hacer es estirarnos bien, entrelazar los brazos tras la nuca, olvidarnos de todo lo que tenga que ver con quintetos, estadísticas y sabermetrics, y disfrutar de lo que se viene.

Porque ante el interrogante de si Westbrook y Harden van a ser capaces de coexistir en pista, me sumo al carro reflexivo de Andy Nesbitt: ¿¡Quién diablos sabe!? y ¡¿a quién diablos le importa?!

Lo único que podemos afirmar a estas alturas del cuento, es que el Este será sólido gracias a Philadelphia, Boston, Toronto Milwaukee e Indiana. Y que el Oeste será una fiesta que reducirá la de Thomas Kub a un domingo en los columpios. Jazz, Blazers y Nuggets serán tres huesos duros de roer, los Spurs… son los Spurs, NOLA, una incógnita maravillosa capaz de todo… y luego tenemos a los Warriors, a los Clippers y a los Lakers…

…Y a los Houston Rockets. Buf.

Con los dos últimos MVP’s del Oeste uno al ladito del otro. Por separado, una fábrica individual de triples-dobles. Juntos, los imagino tan capaces de restar o sumar… como de multiplicar. La voluntad mutua de que sea lo tercero lo que acabe sucediendo, la traen de casa. Y eso convierte definitivamente al otoño, en mi estación del año favorita.

(Fotografía de portada de Ronald Martinez/Getty Images)


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