En 1983, la ciudad de Indianápolis estaba a punto de quedarse sin equipo de baloncesto.
La situación económica de los Indiana Pacers era tan crítica que los propietarios de entonces amenazaban con devolver la franquicia a la NBA si no encontraban comprador. La asistencia a los partidos era mínima, los resultados deportivos pésimos y la viabilidad del proyecto camino de su último estertor.
Fue entonces cuando Herbert y Melvin Simon, dos hermanos nacidos en el Bronx pero afincados en Indiana desde los años 60 –un amor que se gestó durante su servicio en el Ejército, al ser destinados a la base de Fort Benjamin Harrison (al noreste de Indianápolis)– decidieron dar un paso al frente, comprar el equipo por unos 11 millones de dólares y saldar la profunda deuda que arrastraba la organización y ponía en jaque su continuidad.
La operación, inesperada y a contrarreloj, fue considerada el mayor hito deportivo del año en Indianápolis y uno de los movimientos más influyentes de la década en el ámbito local.
Hoy, casi medio siglo después, Herbert Simon sigue siendo el propietario de los Pacers (Melvin falleció en 2009, a los 82 años) y el dueño más longevo de toda la NBA.
Un empresario poco común
Herb Simon no encaja en el estereotipo clásico del millonario. A pesar de contar con una fortuna estimada en 4.700 millones de dólares, prefiere mantenerse en un discreto segundo plano.
Su carrera comenzó en el sector inmobiliario junto a su hermano Mel, con quien fundó Simon Property Group, un imperio basado en la construcción de centros comerciales con sede en Indianápolis. En los negocios, Herbie –como le llaman quienes le conocen– se hizo célebre por su habilidad estratégica: ofrecía tratos baratos a grandes marcas para atraerlas a sus centros, sabiendo que eso le abriría puertas en otras ubicaciones más rentables.
En diciembre de 1993, saltaron a bolsa bajo la mayor oferta pública inicial de un fideicomiso de inversión inmobiliaria hasta la fecha.
Pero si Herb se ha ganado el respeto unánime dentro y fuera de la NBA no ha sido por su vasta fortuna, sino por su genuino carácter.
Quienes han trabajado con él lo describen como una persona humilde, desprendida y prudente. Nunca ha buscado protagonismo y siempre ha delegado las decisiones deportivas en los verdaderos profesionales. “Sé lo suficiente de baloncesto como para saber que no sé lo suficiente”, manifestó en una entrevista poco después de adquirir el equipo.
El rescate de los Pacers
En 1983, la situación de la franquicia era dramática: balance de 20-62, asistencia media de apenas 4.800 espectadores en un pabellón con capacidad para 16.000, y un proyecto deportivo estancado desde la fusión de la ABA con la NBA. Los propietarios, Sam Nassi y Frank Mariani, contaban las horas para claudicar y rendir la institución. La liga, su último e inevitable postor.
El entonces alcalde de Indianápolis, William Hudnut, acumulaba meses y meses buscando un comprador desesperadamente. Hubo reuniones con empresarios locales, con la familia Hulman (propietaria del Indianápolis Motor Speedway) e incluso con Dave Thomas, fundador de Wendy’s. Todos dijeron que no.
Cuando habían perdido toda esperanza, los hermanos Simon, a pesar de sus dudas iniciales, aceptaron asumir el reto. Querían que Indianápolis siguiera siendo una ciudad de baloncesto.
“Pensamos que la ciudad nos necesitaba”, dijo Herb Simon al anunciar la compra. Y no se equivocaba.
Herb Simon Hall of Fame ovation. pic.twitter.com/bH0nEloguZ
— Dustin Dopirak (@DustinDopirak) April 7, 2024
De Naptown a franquicia modelo
Desde entonces, la relación entre los Pacers y su propietario ha sido ejemplar. Herb Simon ha construido una cultura basada en la confianza, el respeto y el trabajo en equipo. Ha sabido rodearse de gente de baloncesto con criterio ―como Donnie Walsh, Kevin Pritchard o Chad Buchanan― y ha dejado que ellos tomaran las decisiones deportivas sin injerencias ni interferencias.
El comisionado Adam Silver lo describió así: “Herb es un líder tranquilo, generoso y constante. Ha creado una cultura familiar en los Pacers y siempre ha entendido el papel fundamental que tiene el equipo en la comunidad de Indianápolis”.
Hoy, la franquicia está valorada en unos 3.600 millones de dólares según Forbes (puesto 22), y aunque el ansiado Larry O’Brien les ha sido tan esquivo como el factor magnético y mediático tan inherente a otros equipos, los Pacers son una organización estable, respetada, con una fuerte identidad local y que se pondrá el bañador en este 2025, mínimo, como subcampeones de la NBA.
Un legado que trasciende
El 6 de abril de 2024, se anunciaba su ascenso al último peldaño de los reconocimientos: el Hall of Fame Naismith Memorial. Por sus cuarenta años de incalculable contribución.
A sus 90 años, Simon no busca homenajes. Nunca lo ha hecho. Pero su impacto es indiscutible.
Herb Simon had a few Indiana legends to thank in his Hall of Fame induction speech last night.
— FanDuel Sports Network Indiana (@FanDuelSN_IND) October 15, 2024
Reggie Miller, Tamika Catchings and Larry Bird were all on stage for support in the big moment 💙 pic.twitter.com/npxcCmMsOp
Ha influido en decisiones clave en la NBA, ha sido parte activa de la evolución de la Liga y ha contribuido como pocos al crecimiento del baloncesto profesional en el Medio Oeste. Cuando Indianápolis acogió el All-Star de 2024, a nadie se le hinchó más el pecho de orgullo que a Herbie. No por él, sino por la ciudad, por el equipo y por los aficionados.
“Siempre ha dicho que Indianápolis y el estado de Indiana le han dado más a él y a su familia de lo que ellos podrán devolver jamás”, cuenta su hijo, Steve Simon, heredero del filantrópico magnate.
Herb Simon no soñaba con ser rico ni con ser dueño de un equipo de la NBA. Pero cuando la ciudad le necesitó, estuvo ahí. Y desde entonces, ha cumplido su palabra: hacer de los Pacers una franquicia de la que Indiana pudiera sentirse orgullosa.
Con y sin anillo.
(Fotografía de portada de Trevor Ruszkowski-Imagn Images)