¿Merece James Harden la crucifixión en Houston?

«Todo recae en mis hombros. Asumo la responsabilidad», levantaba la mano James Harden después de la sonrojante derrota y eliminación de su equipo, Houston Rockets, anoche en el sexto encuentro de las semifinales de conferencia ante San Antonio Spurs. Y no iba a ser la afición tejana quien le quitara la razón en los momentos de mayor calentura.

La bronca hacia Harden y sus 10 puntos y 2 de 11 en tiros de campo fue prácticamente unánime. De manera evidente, el Toyota Center no levantó una cruz para crucificar a su estrella nada más terminar el partido, sin embargo los dardos no llevaban dosis analgésica. Encontraron carne a pelo. Saetas de pura crítica —acertada o no—.

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Playoffs y temporada regular

Exponemos ejemplos de la corriente de pensamiento destapada tras el final de la temporada para el primer proyecto de Mike D’Antoni. Todos ellos podrían sintetizarse en un «el jugador estrella no puede hacer un partido de 10 puntos el día más importante del año». Y lo cierto es que, además de rendir en mínimos históricos anoche, Harden ha dejado una ligera minusvalía estadística en playoffs respecto a la temporada regular.

Como se hizo eco el portal Hoopshype, sus flujos de producción disminuyeron en puntos, asistencias, rebotes, tiros de campo, triples (preocupante 27 por ciento registrado en postemporada) y PER. Demasiado retroceso para un elegido como James Harden.

Peor del año

El indeseado Murphy se dejó caer ayer en el vestuario de Houston Rockets cuando menos se le necesitaba. El peor encuentro del año el día de ‘todo o nada’ ha hecho manar mucha sangre. Y quizá la inoportuna casualidad ha podido precipitar valoraciones demasiado expuestas al calor. ¿De veras merece James Harden tener el número 50 en la diana de las críticas de su equipo?

Cierto que el encuentro de ayer es para replantear muchas máximas esta temporada —la del cansancio acumulado, por ejemplo— pero los Rockets 2016-17 han firmado la segunda mejor regular season del equipo en los últimos nueve años. En playoffs, han igualado las semifinales de conferencia que solo habían alcanzado dos temporadas en las últimas nueve. Por ello, el último día de clase ha dejado una sensación a suspenso que no es justo tomar como tal al cien por cien.

Apuntan al anillo

El juicio tiene que tener en cuenta todos los antecedentes. Los Houston Rockets son un proyecto casi con envoltorio. Mike D’Antoni y sus lejanos eurekas acaban de llegar y de dar a Harden labores inéditas en toda su carrera. El viaje no acaba este año, contra, además, una de las mayores dinastías modernas de la NBA —diez finales de conferencia en 20 años para San Antonio; brutal—. Continúa y volverá el curso que viene con mayor maduración. «Es una broma cargarle con toda la culpa. Es nuestro número uno. Duro final. Pero esto no se acaba para nosotros, solo es un paso adelante», ha defendido Daryl Morey, GM de la franquicia.

Y los compañeros de Harden apuntan más alto. «Tenemos en mente el campeonato para el año que viene», dijo anoche Ryan Anderson. Y Eric Gordon también dijo la palabra mágica. «Vamos a ser un equipo con calibre de campeonato por muchos años».

Mal partido de James Harden. Es innegable y reprochable cuantas veces se desee. Pero no se cuestione todavía el proyecto global en su año I. Tampoco las capacidades de un adelantado como el combo guard y candidato a MVP.


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