La cara y la cruz de los Jazz

Una de cal y otra de arena. Los Jazz se presentaron en sociedad esta temporada con una brillante victoria en el duelo inaugural ante Portland. La maquinaria mormona funcionó a las mil maravillas con base en las tres premisas sobre las que todo apunta que girará el proyecto: un mayor ritmo de juego, la apuesta por el triple y la elevación del nivel defensivo hasta la cumbre de sus posibilidades.

El debut invitaba al optimismo: 19 triples, neutralización absoluta de Damian Lillard (9 puntos) y una victoria más que cómoda construida ya desde el primer cuarto. Sin embargo, no duró mucho. Apenas tres días más tardes, a los pocos aficionados que pudieron asistir al Vivint Smart Home Arena no se les permitió agitar las campanas del triunfo. Los Jazz fueron superados (116-111) por los Minnesota Timberwolves en un duelo con doble lectura: recibieron su propia medicina del partido contra los Blazers mientras, a su vez, afloraban los fantasmas del pasado curso.

Fue un partido feo. Para los intereses mormones, claro. Minnesota controló el ritmo del encuentro prácticamente de principio a fin. Utah lo intentó con un arreón final antes de morir en la orilla. Un esfuerzo frenético que no compensa la gris imagen mostrada durante los 40 minutos previos.

En la misma tónica que afirmaba hace unos días, de un partido como este no deben sacarse más conclusiones de las justas y necesarias. Pero ello no debe cerrar las puertas de la crítica, más todavía si estas son un reflejo de episodios vislumbrados con anterioridad y de repercusiones futuras a corregir.

Los rivales con exteriores atléticos y muy agresivos en defensa suelen tener mayores posibilidades de éxito ante los Jazz. Posiblemente sea la mejor y más eficiente manera de defender a un equipo con tantos tiradores y generadores con el balón. Un quinteto pequeño, pero móvil, es capaz de reducir la cantidad de tiros realizados. De hecho, la cifra de 50 triples intentados en el partido ante Portland (19 de ellos anotados, 38%) cayó hasta los 34 lanzamientos (diez aciertos, 29,4%) contra los Timberwolves.

Con la amenaza exterior neutralizada, la focalización sobre Donovan Mitchell, todavía no habituado a su emergente trabajo como point-guard a tiempo completo, terminó por despejar la ecuación a favor de los lobos. Ambas, razones que arrastran y que explican el éxito previo de Houston contra ellos en los playoffs.

Ryan Saunders aplicó una marcha más en defensa. Jarrett Culver, Josh Okogie y Anthony Edwards completaron una notable actuación, defendiendo a los organizadores de los Jazz por toda la cancha y sorteando los bloqueos para minimizar la amenaza desde el pick-and-roll, recurso vital en el sistema de Quin Snyder. Dos cuartos precisó el técnico para comprender el cerrojo y adaptarse a él. Para entonces, perdían de 15 y la remontada, frustrada, se topó de bruces contra el reloj. Bojan Bogdanovic y Joe Ingles nunca hallaron el ritmo. La circulación del balón colapsó (15 asistencias) y las pérdidas de balón se amontonaron en la cuenta particular de Utah (18).

Snyder liberó la presión y ofreció mayor libertad de movimientos a Mitchell con un mayor ritmo de juego cuando las piernas de los defensores rivales empezaron a flaquear. Su carta de tiro, no obstante, invita a la auto-crítica: un 6 de 23. Ahora que es el base titular de los Jazz, necesitará gestionar el equilibrio entre la creación y su propia anotación para evitar colapsos similares.

Esta mejoría final permitió, a su vez, que Rudy Gobert pudiera sumar con facilidad bajo el aro. Cinco minutos finales en los que los Jazz volvieron a ser los Jazz. La derrota, que sirva de aprendizaje. La NBA cuenta con no pocos equipos con los jugadores necesarios como para atacar a los Jazz de la misma manera. Y Mitchell –así como sus compañeros– tendrán que hallar soluciones ante planteamientos que comprometan cada pase y cada mínimo desplazamiento con la pelota.

Precisamente, esta fortaleza defensiva perimetral –y que habían planteado tan bien ante los Blazers– brilló por su ausencia contra Minny. D’Angelo Russell (25 puntos), Anthony Edwards (18), Malik Beasley (18) y Jarrett Culver (14) fueron un auténtico incordio durante toda la noche. Los Jazz permitieron demasiada libertad a los exteriores rivales y estos encontraron numerosas oportunidades para atacar la pintura, donde sumaron 56 puntos, y también desde el triple (13 aciertos y un 44,2% de efectividad)

Desde un prisma general, esta derrota supondrá una importante lección a superar a medida que avanza la temporada. Principalmente, dos puntos sobre los que incidir: mayor agresividad en defensa y evitar el abuso del triple cuando faltan las ideas. No obstante, no todo fue malo. Como puntos positivos a destacar del game: el asentamiento de Jordan Clarkson y Mike Conley como vías estables de anotación (a la espera de un aporte constante del banquillo), el rebote como fortaleza y el aporte oscuro de secundarios como Royce O’Neale o Derrick Favors.

De cualquier manera, todavía es muy pronto para conocer la tendencia real y discernir cuánto puede progresar el equipo. De momento, la apuesta por el triple y un mayor ritmo de juego parecen señalar a unos Jazz relativamente diferentes a los que estábamos acostumbrados recientemente. Sólo el tiempo –y los ajustes– confirmarán o desmentirán esta evolución y acercarán la realidad a una u otra postura.

(Fotografía de portada de Alex Goodlett/Getty Images)


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