Se habla mucho de la actual era en términos referentes al empoderamiento del jugador. Y es cierto. Nunca antes el jugador medio había acumulado tanto poder económico, social y de decisión. Lo que se menciona con menor asiduidad es su adquirida capacidad para reconocer flaquezas de cara al gran público.
Obviamente esta evolución va de la mano de un cambio en la propia sociedad. Donde antes aludir a la salud mental era visto como signo de debilidad, ahora despierta empatía y comprensión en la mayoría de ocasiones. Pero, siendo esto una tendencia trasversal a todos los deportes y esferas de la sociedad, en la NBA el asunto es más vigente que en cualquier otro lugar. Referenciar errores y momentos bajos se ha convertido en una costumbre que inunda cualquier rueda de prensa o entrevista más íntima.
Al término de la temporada regular, Sports Illustrated publicaba un reportaje dedicado al factor mental durante un curso cuanto menos atípico. Entre otras cosas, el texto revelaba que este curso se han dado más sesiones de terapia psicológica individualizada que en cualquier otro año. Las dificultades del inclemente calendario condensado ha provocado que los jugadores se hayan tenido que poner en manos de profesionales con más asiduidad que nunca.
A este respecto, aún queda mucho camino que recorrer, pues el estigma ha retrasado los avances de esta rama sanitaria durante décadas. Pero la NBA favorece la existencia de este tipo de comportamientos con acciones como el envío de documentos a las franquicias que tratan estos temas en profundidad y tienden una mano al deportista. Lo cual normaliza que los jugadores sientan que tienen una red de seguridad para mostrar cierta vulnerabilidad ante los focos.
Si durante la dura experiencia en Disney World era Paul George el encargado de destripar sus episodios de depresión y ansiedad como razones de su rendimiento deportivo, no hay duda de que Giannis Antetokounmpo se ha convertido en una voz autorizada a la hora de tratar el tema mental en entornos altamente competitivos.
Aparentemente, el caso del griego no sigue la senda abierta por PG, Kevin Love, DeMar DeRozan o Aaron Gordon, pues nunca ha reportado públicamente episodios de gravedad a este respecto. Pero su redescubierta elocuencia frente a los micrófonos descubren el proceso de duelo y madurez deportiva como un libro abierto. Giannis es un constante hallazgo a la forja de lo que normalmente se denomina como ‘mentalidad ganadora’.
Su discurso se aleja diametralmente de la positividad vacía que la autoayuda ha convertido en tótem del pensamiento contemporáneo. Esa que insta a mirar constantemente al lado bueno de las cosas para edulcorar la realidad. Giannis prefiere que ningún hecho puntual provoque un cambio brusco en su comportamiento y conducta, haciendo suyo el “never too high, never too low” que otros tantos deportistas han esgrimido como clave de su mejora deportiva.
El resultado es una perfecta síntesis de su adquirida capacidad de centrarse completamente en el momento vivido. Hace unos años LeBron admitía tener “un miedo al fracaso que Michael Jordan no tenía. Deseo tanto ganar que tengo pánico a fallar”. Es decir, que sobrepensaba las consecuencias de sus victorias y derrotas. Por contraparte, Jordan fue el jugador más capaz de la historia en abstraerse de todo lo que no fuese el instante inmediato, pero su gran virtud siempre fue descrita por terceros. Ese es el verdadero valor de los testimonios recientes de Antetokounmpo.
«Cuando presumes de lo que has hecho, puede que al día siguiente juegues terrible. Si te centras en tu pasado está hablando tu ego. Cuando te centras en el futuro, tu orgullo. A mí me gusta intentar centrarme en el presente. Eso es humildad. Disfrutar del momento en el que compites a alto nivel». Estas palabras tras el cuarto partido de las finales son el broche de oro a una temporada en la que el griego no se ha cansado de repetir lo importante que ha sido para él encontrar este balance.
Como todo ser humano, Giannis tiene cicatrices emocionales. De hecho, estas son las que todo el mundo se ha encargado de achacarle una y otra vez. Por ello, consciente de que los juicios sobre sus pasadas caídas en playoffs van a ser una constante cuando los resultados no lleguen, ha preferido alejarse de las redes sociales y no solo normalizar las derrotas, sino evaluarlas como momentos puntuales de incapacidad que forman parte del camino de la mayoría de personas que buscan la excelencia.
«La primera vez que vi el muro probablemente fuese hace dos años. Hasta entonces, siempre había sido capaz de llegar hasta el aro» declaraba recientemente para ESPN. «Una vez empecé a ver el muro, todo se trataba de un tema de confianza. Y te lo llevas al terreno personal. Hay un equipo que está construyendo una pared con tres personas y dos tipos detrás solo para pararte. En ese momento no tienes que llevártelo a lo personal, sino seguir tratando de tomar la mejor decisión posible». Giannis obviamente se refiere a las defensas que le han planteado Raptors, Celtics y Heat en las últimas dos postemporadas.
Su evolución a este respecto es palpable mucho más allá de las apabullantes cifras de anotación interior que está dejando en estos playoffs. Más allá de la impagable adición de Jrue Holiday para desbloquear a un Giannis mucho más enfocado a la ejecución terminal cerca del aro, el griego ha demostrado que sus arremetidas —que ya no comienzan desde el triple sino desde el poste medio— son más imparables que nunca gracias a una lectura de la desventaja que hasta hace poco desconocía. Aunque, como él indica, quizás solo responda a gozar de una confianza con la que antes no contaba.
Prueba de esta es la gratificación que le supone esa misma confianza que sus compañeros depositan en él. Su análisis de la jugada del robo de Holiday a Booker y su ya icónico mate en alley-oop habla por sí misma. «Él no tenía en mente darme el balón, pero yo le grité ‘lánzalo, lánzalo’. Como base, se supone que tiene que mantener el balón, pero confió en mi y le di las gracias por ello». Quizás una de las definiciones de compañerismo más precisas y concisas que se haya expuesto recientemente.
Escuchar a Giannis en rueda de prensa se ha convertido en un espectáculo en sí mismo por significar una ventana directa al pensamiento de un deportista en estado de plenitud y madurez, por extraño que sea en un caso tan temprano como el suyo. Con 26 años, Antetokounmpo ya es un jugador del futuro por su fisionomía. Pero la franqueza con la que aborda sus procesos mentales son de un valor inestimable para los competidores que están por venir.
(Fotografía de portada de Justin Casterline/Getty Images)