Larry O’Brien, el hombre detrás del trozo de metal

Dicen que un ser humano vive hasta que su recuerdo perdura. Esta memoria puede tomar carices afectivos, pero en el caso de personas que han influido en el mundo de manera notable, el recuerdo es al menos tan grande como su obra en vida. Por ello sería injusto que el paso de los años convierta a Larry O’Brien en un desconocido cuyo nombre sea poco más que un adjunto al trofeo de campeón de la NBA.

A menudo el símbolo absorbe a la persona. Los premios Nobel engullen al inventor de la dinamita como el Pulitzer eclipsa al padre del periodismo moderno. Igual sucede en materia deportiva, como muy a su pesar tendrá que reconocer Jerry West, The Logo.

Ocurre con Larry que su sucesor en el cargo solaparía cualquier etapa anterior por longeva o pletórica que esta hubiese sido. El primer recuerdo que acude a la mente cuando se piensa en la carrera de David Stern como comisionado de la NBA, fue dar la bienvenida a Michael Jordan a la liga. Lo cual a la larga representaría más de lo que cabe recoger con palabras.


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